Por Absalón S. Guisao M.
Durante mucho tiempo me pregunté, “¡¿pero con qué cara?!”, cada que Gustavo Petro o algunos de los “políticos” de las Farc acusaban, enjuiciaban y criticaban a algún otro que hubiese cometido un error o al que le sacaran algún cuestionamiento. Ya no me pregunto eso, a pesar de que el interrogante siga siendo pertinente.
Lo que me cuestiono ahora es por qué a tantos colombianos les importa un bledo que eso pase, por qué lo permiten. Petro se convirtió en el justiciero mayor, surgido de las tinieblas como esos personajes tenebrosos de las tiras cómicas norteamericanas, que luego de una vida entre la oscuridad salen a la superficie para ser los grandes inquisidores y poner la espada sobre aquellos que cometen faltas mucho menos graves que las que ellos cometieron cuando estaban en el lado oscuro del género humano.
Hace unos días, una senadora de las Farc criticaba a una política porque su hermano estuvo involucrado en narcotráfico. El mayor cartel de la cocaína convertido en partido político ahora enjuicia la ética, la moral, el comportamiento de los que nunca han asesinado ni secuestrado. Y a la mayoría de colombianos parece que eso los trae sin cuidado . n