Heráclito dice en alguna parte: “Cuando estamos despiertos tenemos un mundo común, pero cuando soñamos cada uno tiene el suyo propio”. Sobre esto escribió Kant: “si observamos a los que construyen en el aire distintos mundos mentales, cada uno de los cuales habita el suyo tranquilamente haciendo caso omiso de los restantes, entonces tenemos que armarnos de paciencia ante las contradicciones de sus visiones hasta que esos señores acaben de soñar”.
La vida es un sueño. El reino de las sombras es el paraíso de los fantasiosos. Profundo en su lecho soñó el presidente Iván Duque que había sido escogido por los dioses del Olimpo “greco-caldense-paisa” para regir por un tiempo la patria que Bolívar fundó con su espada. Y los dioses le entregaron como libro de orientación “El Príncipe” de Maquivelo, sobre el cual hizo anotaciones.
Maquiavelo pensó que el político debe actuar siempre según convenga a las circunstancias y al dominio de las mismas. Si los hombres fuesen buenos, la política consistiría en el ejercicio exclusivo del bien. Pero, puesto que los hombres son egoístas, codiciosos, pirómanos, organizadores de paros y marchas “el príncipe debe actuar según convenga, como bestia y como hombre”.
La bestia principesca ha de ser a la vez león y zorro. Pero en esa combinación lo que debe primar es la astucia del zorro, bastante más que la fuerza bruta del león. Dice Maquiavelo: “el príncipe, al tener que actuar como una bestia, tratará de ser a la vez zorro y león; pues si solo es león, no percibirá en absoluto las trampas; si solo es zorro, no se podrá defender de los lobos; necesita pues al mismo tiempo ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. Aquellos que se limitan a ser leones, son muy poco hábiles.”
El presidente-soñador anotó: en la práctica política todo lo que dice Maquiavelo es demasiado real. Por ejemplo, Piñera de Chile es un leoncito, el pueblo en las calles lo puso contra las cuerdas. En cambio “el pirómano” es la bestia principesca por excelencia, a la vez león y zorro, ¡ojo! Y así es como debo ser, pensó, como mi líder eterno que es a la vez hombre, zorro y león, un presidente multiplicado por tres, no un simple subpresidente.
Hay otra frase de Maquiavelo que debería ser grabada en oro en mi Palacio de Nariño, anotó el presidente-visionario: “no se puede hacer una mesa sin destruir árboles, no se puede hacer una tortilla sin romper huevos, no se puede hacer una república sin matar gente”. Y no se puede controlar el orden público sin el ESMAD, ni acabar con las disidencias sin bombardear incluso a menores de edad, ni hacer trizas el Acuerdo Final sin generar una matanza de líderes sociales y exguerrilleros. ¿Queremos una república? Hay que matar gente, punto.
Entonces se despertó el atribulado mandatario al oír cerca del palacio las arengas, cacerolazos y bombazos. Se asomó al balcón y dijo: “¿de qué me hablas viejo?”, ¡traigan al ESMAD!.