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La libertad es el componente fundamental de la atmósfera económica, así como el oxígeno es el componente fundamental de la atmósfera física. Damos por supuesta la presencia del oxígeno, hasta que escasea totalmente. Lo mismo ocurre con la libertad. El trabajo de Libertank ha sido recordar esas elementales verdades sepultadas bajo la ideología del estatismo socializante que durante décadas ha dominado el discurso político en Colombia.
Para el liberalismo, la libertad es el valor político supremo y no puede concebirse al margen de la sociedad ni sin referencia a la existencia del poder. El discurso sobre la libertad es un discurso eminentemente político y - si bien es fundamental dirigirlo al empresariado, a la juventud, a los trabajadores, a los mal llamados informales, a los profesionales independientes y a la clase media en general - sería un gravísimo error excluir del auditorio a la clase política, erróneamente concebida como bloque social unificado que solo aspira a perpetuarse en el poder y extraer riqueza para sí. La clase política es eso, pero es otras cosas. Es algo más complejo. Así como hay socialistas en todos los partidos, también hay liberales y hay que buscar que sean más. Un mismo político puede ser alternativamente liberal o socialista, dependiendo de las circunstancias.
Murray Rothbard, el más libertario de los libertarios, entendiendo que no podría llegarse al anarcocapitalismo sin acción política, fundó el Partido Libertario en 1971. Aunque es el tercer partido de Estados Unidos, la ausencia de proporcionalidad del sistema electoral hace que su votación se traduzca en pocos cargos de representación. Aun así, su discurso político no ha dejado de influenciar el de los partidos tradicionales, especialmente el Republicano. Javier Milei tuvo éxito en transformar su discurso académico y de think tank en un discurso político eficaz. También se transformaron en el discurso político de Ronald Reagan y Margaret Thatcher las ideas económicas de Friedman, Hayek y los think tanks liberales de Estados Unidos e Inglaterra.
El punto que quiero dejar en claro es que si se quiere hacer avanzar las ideas de la libertad en Colombia no se puede ignorar y, mucho menos, desdeñar a los políticos. Desde que Daniel Raisbeck y Vanesa Vallejo abandonaron la pretensión de ser líderes políticos, perdí la esperanza de ver surgir en el corto plazo un discurso y un movimiento libertario independiente que apasionara a los jóvenes, a la clase media y a los empresarios. Nosotros no tenemos un Milei y no se vislumbra ninguno, pues carecemos de la tradición liberal que desde mediados del siglo XIX se mantiene viva en Argentina. Nuestro liberalismo verdadero, el del Olimpo Radical, fue derrotado duraderamente en La Humareda y apenas está renaciendo. De manera que los liberales tenemos que trabajar con lo que tenemos e identificar en nuestro variopinto entramado de partidos y movimientos los que podemos influenciar y, dentro de ellos, los dirigentes jóvenes y honorables dispuestos a dar las grandes y pequeñas batallas de la libertad.
NB. Con inmensa gratitud, Feliz Navidad para mis lectores. x
