Por david e. santos gómez
El partido demócrata estadounidense está en graves problemas y, viendo el refugio de extrema derecha en el que se transformó el espacio republicano, la situación debería preocuparnos a todos. A un año del triunfo de Joe Biden, el mandatario se muestra errático y aun con intentos de progresismo tiene sus propuestas más audaces paralizadas por un congreso opositor.
A sus 78 años, Biden está inmerso en un complejo camino de negociaciones infructuosas, en las que resulta evidente cómo el viejo estilo de acuerdos bipartidistas dio paso en los últimos años a la imposibilidad absoluta del consenso. No hay diálogo posible. Y el veterano político es presa radical de las nuevas formas.
Las últimas encuestas muestran que el mandatario tiene una aprobación del 42 por ciento, 15 puntos menos que en el momento de asumir. Su luna de miel, coincidente a su vez con la aceleración del proceso de vacunación contra el covid-19, fue más corta de lo esperado. Este segundo semestre del 2021 ha sido un suplicio que va desde la catastrófica retirada de Afganistán, pasando por la imposibilidad de aprobar sus ambiciosos programas sociales en el Congreso, hasta la reciente derrota de su partido en la elección del gobernador del Estado de Virginia. Esta última jornada electoral había sido vendida por el propio gobierno como una especie de termómetro de su gestión y, para desgracia de los liberales, los votantes prefirieron a los republicanos, en un resultado aterrador, si se tiene en cuenta que Biden triunfó holgadamente allí hace un año.
A la seguidilla de tropiezos se le suma el deterioro físico evidente del primer mandatario. Las cámaras lo captan con frecuencia desconectado en reuniones con su bancada o en cumbres internacionales. Se le ve extremadamente frágil. Agotado. Y la salud del hombre más poderosos del mundo es un asunto de alerta geopolítica, más aún cuando no ha descollado en la vicepresidenta Kamala Harris el liderazgo con el que se arropó hace tan solo un semestre.
En los cuarteles republicanos se frotan las manos. Presos aún por el discurso del trumpismo, los conservadores esperan más resbalones demócratas. No importa, para muchos de ellos, que esté en juego la estabilidad de su país. Quieren retomar la banda presidencial. Lo otro, que es nada más y nada menos que el bienestar del pueblo, se verá después