Por Juan Villoro
Hace años entré a un taxi de Buenos Aires convertido en una capilla rodante. En todas partes había fotos de Diego Armando Maradona. De manera lógica, hablamos de la deidad que presidía ese altar. “Ni mi mujer ni mis novias ni mis hijos ni mis amigos me han dado tanta felicidad como Diego”, exclamó el conductor, señalando su nuca, tatuada con el canónico número 10.
La más tempestuosa hinchada del planeta encontró un ídolo a su medida en el Pelusa, el hijo pródigo de la barriada de Villa...