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A mi generación

Los jóvenes tenemos que entender que, desde un escritorio, no vamos a recuperar a Colombia. Hoy la democracia se nos escapa de las manos; nuestro futuro, el de nuestros hijos, nietos y bisnietos, está en peligro.

hace 4 horas
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  • A mi generación

Por María José Bernal Gaviria - opinion@elcolombiano.com.co

Los que somos menores de 30 años no sabíamos qué era esto. Vivíamos en un país complejo, difícil, pero que con los años siempre mejoraba con respecto al pasado. No era que se nos hubiera olvidado lo que significaba un magnicidio; era que, precisamente, nunca lo habíamos vivido. A la par, nuestros mayores, con el paso del tiempo, se habían ido desacostumbrando poco a poco a lo que ese pasado oscuro y doloroso había significado para Colombia.

Hoy el país entero llora. Se apagó la vida de un hombre excepcional, íntegro, apasionado, amoroso y brillante, cuyo mayor sueño fue servir a Colombia. Se desgarró cruelmente una familia. Se fue el esposo, el padre, el hijo, el amigo y el líder que tanto amor dio. Arrebataron la vida, asesinaron a un hombre bueno y sumieron en desesperanza a todo un país.

Hay responsables. Los colombianos sabemos la verdad. Promovieron el odio, la división; graduaron de enemigos a quienes pensaban diferente, atacaron y banalizaron lo más sagrado: la vida.

Hay días en los que Colombia golpea más que de costumbre. Ahora sí sabemos lo que significa el dolor de patria profundo del que tanto nos hablaban nuestros papás y abuelos. Que el legado de Miguel nos sirva a todos como motor para no rendirnos. La mejor forma de honrar su vida es trabajando por Colombia, pasando de la indignación a la acción y ocupándonos de las decisiones que definirán el rumbo de nuestro país.

Los jóvenes tenemos que entender que, desde un escritorio, no vamos a recuperar a Colombia. Hoy la democracia se nos escapa de las manos; nuestro futuro, el de nuestros hijos, nietos y bisnietos, está en peligro. Hoy la familia de Miguel lo despide con el alma desgarrada, así como también lo han hecho cientos de familias de soldados y policías que han sufrido en carne propia el horror de la violencia. Tenemos que despertar y dejar de delegarle la responsabilidad de actuar al político de turno. De nosotros depende romper el ciclo de odio, evitar que se repita la historia que nuestros papás pensaron superada, y construir el país en el que las futuras generaciones puedan vivir en paz.

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