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Quedo atónito, no puedo creer que alguien sea capaz de volver una situación tan angustiante, presenciar un suicidio como si viera un partido de fútbol, como si hiciera parte de un show donde se lanzan arengas cargadas de bilis.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
No quise ver el video, o los videos, no era necesario, lo que leí en la prensa era más que suficiente para comprender lo enfermos que pueden estar los seres humanos. Un hombre cuelga de la baranda de un hotel en Medellín, lleva varios minutos y las reacciones de quienes ven a ese ser humano suspendido van desde la angustia hasta la mofa. Además de dolerme la situación de ese hombre que tomó esa decisión, quedo estupefacto cuando leo lo que dijeron algunos que hicieron parte de la escena: “Ya no se tiró, ya la dudó mucho. Se aculilló”, dijo alguien. “¡Tírese!, ¡tírese mano!”, gritó otro espectador. “Pese a que a la zona fueron bomberos y policías buscando evitar una tragedia, el hombre terminó lanzándose al vacío y perdió su vida al instante” (EL COLOMBIANO, 22 de enero).
Quedo atónito, no puedo creer que alguien sea capaz de volver una situación tan angustiante, presenciar un suicidio como si viera un partido de fútbol, como si hiciera parte de un show donde se lanzan arengas cargadas de bilis. Pienso muchísimo en el hombre que cuelga, ¿habrá escuchado a los espectadores? ¿Esas frases despojadas de toda empatía serán la muestra de que el ser humano está perdido y más vale saltar, dejar esto así?
Ante el dolor de los demás, si no soy capaz de ayudar con alguna palabra, con acciones reales, mejor guardar silencio, creo yo, pero cómo es posible una crueldad semejante en las palabras. Esas personas que se comportaron de esa manera, ¿seguirán su vida normal, llegarán a casa y frente al comedor contarán lo ocurrido, las palabras que dijeron cuando el otro estaba desesperado, y luego las pasarán con jugo? ¿Mostrarán el video que hicieron? ¿Brindarán por esa muerte o tendrán algo de culpa y dolor? ¿Dirían lo mismo si quien cuelga de esa baranda es algún pariente, algún conocido?
Las tragedias de nuestros tiempos están quedando registradas por teléfonos móviles o estamos viviendo unas vidas tan plásticas encerrados en cajas virtuales que el otro es alguien que vive o muere dentro de un videojuego. Los corazones humanos se vuelven cada vez más duros. Ver morir a alguien, en vivo y en directo, ya no nos conmueve, el mundito en el que vivimos, las guerras que se atienden y matan al otro con tecnología de punta, nuestro egoísmo, nos hace olvidar que, si no podemos hacer el bien, pues no hagamos daño. Para mí, quienes pronunciaron esas frases, en ese instante tan complejo, están enfermos, están más muertos que aquel que decidió saltar.