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Pongámosle nombre a la vaca

22 de septiembre de 2025
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  • Pongámosle nombre a la vaca
  • Pongámosle nombre a la vaca

Por Mateo Castaño Sierra - @matecastano

En la Universidad de Newcastle descubrieron hace años algo que parece un chiste, pero es pura ciencia: las vacas con nombre producen más leche. Sí, más leche. Un 5 % adicional, que se traduce en 300 litros al año por vaca, solo porque alguien se tomó la molestia de llamarlas “Margarita” o “Milka”. Tras medir más de 25 variables, ninguna pesó tanto como ese gesto sencillo: el cariño. Al parecer, el afecto no solo se siente bien, sino que hace bien. Dicho de otro modo: la letra no entra con sangre, sino con leche.

Traigo esta historia a colación porque no pocas veces los colombianos nos comportamos como vacas sin nombre a las que nos podría ir mejor con algo más de cariño; ejemplos hay muchos, pero me gustaría hablar de uno en concreto: Bogotá y su Metro.

Aunque soy paisa, quiero y confío muchísimo en Bogotá. De hecho, quiero y confío tanto en Bogotá que donde estoy invirtiendo parte de mis ahorros es allí, en un apartamento en construcción sobre la Avenida Caracas, justo al frente de las obras de la Primera Línea del Metro. Juzgo que estoy haciendo una buena inversión porque el problema central de Bogotá es su transporte y esta obra ayudará a resolver, parcialmente, ese problema.

Pero cada vez que veo desde la distancia las discusiones sobre el Metro de Bogotá quedo preocupado. No porque crea que la obra no se vaya a terminar –estoy convencido que estará funcionando en 2028– sino porque el Metro será mucho menos útil si no lo cuidamos –y no estoy tan seguro de que esa sea hoy la actitud de la ciudad.

Unos critican que es elevado. Otros, que tomó 70 años hacerlo. Algunos dicen que 24 kilómetros son muy pocos, y otros que el trazado es equivocado. Los más perdidos critican desde el rojo de los vagones hasta la felicidad con la que el resto celebramos cada viga que se pone y cada locomotora que llega de China. Pero, aunque la crítica justa es saludable, en el caso del Metro creo que los bogotanos y colombianos deberíamos juzgar menos y enorgullecernos más; pongo un ejemplo.

Medellín inauguró su Metro hace 30 años. El costo fue enorme. Pero los paisas no sólo construimos una obra sino una cultura alrededor de esa infraestructura: “la cultura Metro”. ¿Resultado? El Metro es la empresa pública más admirada de la ciudad. Tan cuidado ha sido el sistema Metro, que los ahorros en mantenimiento han alcanzado los $420 mil millones de pesos; es decir, Medellín se ha ahorrado mucha plata porque la gente quiere al Metro ¿se acuerdan de las vacas lecheras? Es la misma historia.

Un refrán que me gustaría que fuese más popular dice que “Las ciudades no las quieren porque sean bonitas, sino que son bonitas porque las quieren”. Más que un Metro perfecto, Bogotá necesita un Metro querido. En 2028 tendremos la obra; depende de nosotros que tengamos también la cultura. Como inversor, como paisa, pero sobre todo como colombiano quisiera que cuidáramos el Metro de Bogotá –inclusive más de lo que cuidamos el de Medellín. Como éste, hay mucho más ejemplos en Colombia. Así que orientémonos todos en modo “ponerle nombre a la vaca”.

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