A mí me dijeron siempre que ser mamá era como volver a nacer. Me dijeron también que no estrenaría el corazón si no tenía hijos y tuve, además, una educación que reforzaba la idea de que la familia solo era familia si había niños.
No tuve una idea de familia distinta a la que muestran en las publicidades de los proyectos inmobiliarios hasta que crecí.
Fueron pocas las mamás cercanas que me aceptaron con crudeza lo duro que es la maternidad, siempre para aquellas que se quejaban había un consuelo o una excusa o un regaño, como si se pusiera en duda el amor o como si disminuyera la fuerza de las emociones solamente por aceptar lo difícil que se vuelve todo cuando tienes una persona a cargo.
Ni los comerciales, ni las mamás influenciadoras, ni la familia más cercana, ni las amigas más íntimas proponían una conversación dura sobre la maternidad.
Ese diálogo es difícil y muchas de nosotras no queremos parecer débiles ni cansonas ni ser juzgadas por quejarnos, entonces optamos por continuar en silencio.
En Colombia hay 23.312.832 mujeres.
Más de 12 millones de esas mujeres son madres cabeza de familia. Muchas fueron madres antes de cumplir los 20 años, no han tenido oportunidades ni garantías con su educación, otras son víctimas de violencia intrafamiliar y no tienen oportunidades de empleo formal y la mayoría de ellas consulta a un psicólogo por temas de salud mental, pero son pocas las que pueden acceder a servicios de terapia permanente.
Las mujeres fueron las que más perdieron sus trabajos en la pandemia, las que más padecieron violencias dentro de sus hogares, las que tuvieron que renunciar para dedicarse al cuidado del hogar.
Y con todas esas cosas tan claras desde hace tantos años y a pesar de seguir mostrando cómo las cifras de violencia y las dificultades para el acceso al empleo de muchas mujeres siguen incrementando, todavía no existen suficientes garantías educativas ni de empleabilidad con un enfoque de género que reconozca a la mujer cuando es madre y a todas las situaciones a las que se enfrenta en su maternidad y a consecuencia de ella.
Con todo este tema que hoy me atraviesa y después de compartir un par de veces pensamientos sobre el tema en Twitter, fueron muchas las mamás que me escribieron compartiéndome sus situaciones: unas compartían conmigo la angustia por el tiempo y la poca flexibilidad de los trabajos con las mamás y otras me contaron de las enfermedades mentales que estaban enfrentando.
Pensé en lo poco que conversamos sobre la maternidad, sobre las mujeres cuando se convierten en madres y sobre lo hostiles que son la mayoría de los espacios de trabajo cuando una mujer está embarazada.
Pensé que tal vez ya sí era hora de escribir una columna sobre el tema y tal vez hablarlo públicamente entusiasme a muchas otras mujeres para compartir en voz alta sus experiencias