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El Dane publicó la cifra de crecimiento económico del primer trimestre, así como el estado de la seguridad alimentaria 2024 (con la FAO). Ambos requieren de un cuidadoso análisis pues podría decirse que se trata de un crecimiento que muestra hambre y dificultades.
Un crecimiento en el primer trimestre de 2,7% es un buen resultado dada su trayectoria reciente, así como los contextos mundial y latinoamericano. Este crecimiento fue liderado por comercio (incluye transporte, alojamiento y servicios de comida), agricultura y ganadería, y actividades artísticas y de entretenimiento; solo estas tres actividades dan cuenta del 80,0% del crecimiento. Es decir, este se explica por la mayor producción de café incentivado por los altos precios del grano, el turismo y las remesas del exterior, que en conjunto reactivan el comercio y dinamizan del sector de entretenimiento; esto genera un aumento del consumo, particularmente el de los hogares (3,8%).
Pese a lo anterior, cuatro actividades económicas crecen por debajo del crecimiento total de la economía y tres tienen crecimiento negativo. A su vez, la formación bruta de capital fijo también presenta un comportamiento inferior al de la economía, lo cual genera un dañino desbalance entre consumo e inversión. Mauricio Cárdenas señala que la tasa de inversión es 16,6% del PIB hace diez años era 24.0%; es decir, el país invierte menos que en la década anterior. En otras palabras, se ha configurado una economía que, desde la oferta, depende fundamentalmente del café, del sector del entretenimiento y el turismo; y desde la demanda, del consumo de los hogares apalancado en parte con remesas del exterior, el precio del café y los ingresos del turismo. Dicha configuración desecha, en virtud de las decisiones del gobierno en materia de política pública, sectores como el manufacturero, el minero, el energético, la construcción y obras civiles y, por tanto, la diversificación productiva y sectorial ha quedado riesgosamente vedada.
Según la FAO, “inseguridad alimentaria moderada” significa que los hogares no acceden a una alimentación de calidad; y aquellos que sufren de hambre se clasifican como “inseguridad alimentaria grave”. En Colombia 14,4 millones de personas sufren de la primera; y lo más alarmante es que 2,7 millones padecen hambre, esto resulta contradictorio en el gobierno del cambio; especialmente por que ésta se mantuvo prácticamente igual entre 2023 y 2024. Peor aún, la prevalencia de inseguridad moderada o grave en las zonas rurales afecta casi la tercera parte de su población.
A nivel departamental, La Guajira (52,4%) tuvo la mayor prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2024 aún a pesar de las medidas especiales tomadas por el gobierno Petro. Por su parte, la prevalencia de inseguridad alimentaria grave registró aumentos estadísticamente significativos entre 2023 y 2024 en departamentos como San Andrés, Córdoba, Nariño y Chocó; algo similar ocurre en Antioquia, la gobernación y los alcaldes deberían poner especial atención.
El presidente expresó “estamos ante un cambio del modelo de desarrollo exitoso” pero eso no será cierto mientras se mantenga el hambre, esté concentrado en pocas actividades económicas y remesas del exterior, sin políticas claras y muy baja inversión.
