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La semana anterior comenté con dolor en el alma que Colombia es el país más corrupto del mundo, un amigo me puso un correo en el que me llama la atención, con toda la razón, porque me faltó mencionar al organismo oficial más corrupto del país.
Me quedó faltando nada menos que la semilla, el abono y la savia de la corrupción: el Congreso de la República. De allí nace buena parte de lo que ocurre en los organismos del Estado. Los cuerpos colegiados nombran a los magistrados de las altas cortes, varios de ellos pagan condena por corruptos. El Congreso nombra a los encargados del control político, económico y administrativo como el contralor y el procurador. Buena parte de la corrupción se genera allí.
Me considero en algo culpable de lo que allí, en el Congreso, pasa. En la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, de la que hice parte, se aprobaron varias reformas al Congreso y le dimos funciones que se prestan para lo que hoy ocurre:
Por ejemplo, suprimimos las calidades que debían cumplir los aspirantes para llegar al Senado de la República. Antes tenía que ser mayor de cuarenta años quien aspirara a tan alta dignidad, esa limitante se suprimió y a ese cuerpo colegiado puede llegar un joven sin experiencia alguna. Tenía que haber sido magistrado de las cortes, o profesor universitario o haber ocupado el cargo de representante a la Cámara y otras condiciones suprimidas, lo que permite que al Senado vaya cualquier ignorante con votos o, con la entrega que se hizo en los acuerdos de paz, sin votos se puede llegar al Congreso pero que haya sido secuestrador, asesino, traficante de cocaína como ahora lo tenemos que soportar.
Los congresistas, antes, no tenían oficina, mucho menos asesores, no se les daban vehículos blindados, tenían que movilizarse por su cuenta, era un verdadero servicio el que se prestaba desde ese honroso cargo. Ahora es distinto: a cada congresista se le entrega un carro blindado con conductor, se le pagan la gasolina y todos los gastos que demanda el vehículo, tiene oficina y varios asesores pagados por el Estado, llega a tal punto el descaro, que a varios congresistas se les ha acusado de exigir un porcentaje de lo que reciben de sueldo sus asesores. Hago estas reflexiones, con conocimiento de causa, porque fui senador antes y después de la constituyente.
Como el Congreso es el que debe escoger de una terna a los magistrados de la Corte Constitucional, los candidatos hacen el recorrido por las oficinas del organismo para pedir los votos de cada uno de los votantes. Que yo recuerde, recibí la visita de un candidato que resultó magistrado sin mi voto.
Me gusta mucho el proyecto del Centro Democrático para rebajar los sueldos, quitarles las prebendas a los congresistas y que trabajen sin ningún interés personal. Es el único grupo, hasta ahora, que da muestras de desprendimiento y así, honrar y recuperar el prestigio del Congreso.
Si el Congreso no se reforma, como lo propone el Centro Democrático, estaremos condenados a vivir en un país inviable y con el título del país más corrupto del mundo. Pobre Colombia
