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Menos charla, más trabajo

Sacar adelante un plan para que nuestros estudiantes más vulnerables aprendan a leer y escribir, por lo menos, debería convertirse en una obsesión nacional que no admita ideologías ni visiones partidistas.

16 de diciembre de 2023
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Por Alejandro Noguera C. - alejandronoguerac@gmail.com

Los recién publicados resultados en las Pruebas PISA ratificaron el rezago en el que se encuentra nuestro país en materia educativa, y una tragedia repetida e impresentable: la mayoría de niños y niñas de este país asisten a la escuela, pero no aprenden.

En un insulto a la inteligencia de los colombianos, Fecode manifiesta que “la culpa” es toda del presidente Duque, a quien acusan de “haber dejado a la escuela a su suerte durante la pandemia”. Como si a la gente se le olvidara tan fácilmente la resistencia absurda de esa organización a proteger el derecho a la educación (por el que ahora abogan), y sobre todo a la educación presencial de los niños durante la pandemia; en una exposición grandilocuente y precipitada, el presidente Petro emitió, como diagnóstico contundente, la conclusión de que los resultados evidencian el fracaso definitivo del sistema educativo. Como lo manifiesta bien Francisco Cajiao, el problema no es necesariamente del sistema, sino del uso que le hemos dado al mismo.

Como nos ha ocurrido en ocasiones anteriores, presiento que la espuma de las reacciones iniciales no se traducirá en mayor acción. Tengo la preocupación adicional de que los resultados que estamos viendo serán apenas la punta del iceberg de una tragedia anticipada, repetida y mal atendida. Creo que veremos la foto más cruda cuando la población que durante el tiempo de la pandemia estaba en los primeros años de escolaridad presente el examen, lo que nos obliga a pensar desde ya en las acciones concretas (no en las declaraciones) sobre las que debemos trabajar para detener, sino revertir, una tendencia tan dañina y tan dolorosa.

Una primera medida de atención, quizás la más urgente, tiene que ver con resolver de fondo el asunto de la evaluación docente: sin profundizar sobre cómo mejorar la calidad de nuestros maestros no habrá plan que funcione. Seguir poniendo el propósito de mejoramiento de la calidad docente sobre más maestrías y doctorados nos mantendrá estáticos y regresivos.

En segundo lugar, debemos asegurar una mejor focalización del presupuesto nacional de educación: la experta Luz Karime Abadía manifiesta con acierto que, el solo hecho de tener el mayor rubro no debe ser suficiente, y mucho menos cuando casi 8 de cada 10 pesos de ese presupuesto se dirigen a cubrir la nómina del magisterio.

Y tercero, en línea con un planteamiento de la exministra Cecilia María Vélez, debemos poner el foco en lo que debe ser el resultado esperable, el aprendizaje de nuestros alumnos, y a partir de ahí, definir acciones concretas para problemas específicos. En esa línea, sacar adelante un plan para que nuestros estudiantes más vulnerables aprendan a leer y escribir, por lo menos, debería convertirse en una obsesión nacional que no admita ideologías ni visiones partidistas.

Ni en los señalamientos cínicos, ni en los señalamientos sin fundamento, aparecerán buenas soluciones para una crisis que tocó fondo, y que no admite más dilaciones. Solo en acciones focalizadas y construidas desde la intención desinteresada que una generación rezagada aprenda, encontraremos algún camino de evolución. Como bien le dirían en las aulas a los alumnos que conversan mucho y ejecutan poco: necesitamos menos charla, y más trabajo.

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