Somos el ensayo diario de un Apocalipsis, la realidad nos acecha y asalta, arde, no da tregua. Al despertar nos descubrimos convertidos en víboras, en el país de las leyes, donde en lo corrido de este siglo se han expedido más de 45.000 entre decretos, circulares y resoluciones resulta imposible ser competitivo o ser algo, pero para algunos poderosos resulta viable trasgredirlas y burlarlas una a una, la semana que termina podría haberse titulado, como tantas otras, la de los casos judiciales, juzgados, disueltos o irresolutos, con asombro decía un periodista del diario El País de Madrid que los colombianos pasamos horas oyendo en la radio de temas judiciales, pero cómo no hacerlo, si aquí todo lo resuelven las leyes de una justicia que no es, aquí donde cada uno de nosotros es un tinterillo en potencia que busca acomodar la legislación a su antojo o trata de flexibilizarla según sus necesidades, y con un aparato judicial tan pobre en el campo investigativo, a punta de mentiras resulta fácil testificar en falso, dilatar y salir avante.
En este país andamos siempre a tientas, lo hacemos con la misma venda que luce la justicia y que parece desconocer lo que sucede o lo que se juzga, así, en medio de esa ceguera, logran salir los implicados y los culpables, reciben de castigo su casa o vencen los términos y ... cuando creemos desfallecer, aparece una esperanza, detienen a unos cuantos, caen alcaldes y funcionarios, matones y ladrones, algunos seguramente serán inocentes, pero por fin parece que se aplicará la ley, ver cómo se entrega el que instauró una contraloría con bolsillo, que nos mintió a todos al mostrar su diploma de un falso doctorado, que dijo que era otro el que había llenado su hoja de vida para armar su falso currículo porque su letra era muy fea, y que se operó de su autoestima en la clínica que auditaba, permite soñar con que aún somos posibles, y que el Apocalipsis es solo eso, un ensayo.
Los 10 capturados, presuntamente culpables, dan asco, ofenden la sensatez, y son la demostración clara de que las mentiras y los mentirosos son el peor de los males que nos aquejan, se construye y destruye desde la mentira, se acortan caminos con ellas, se juzga y audita desde allí, así resulta fácil desviar cualquier causa, cosa o investigación, el mentiroso dice algo, sabiendo que es falso, mentirosos como estos capturados, han logrado minar profundamente nuestra credibilidad en el sistema y las instituciones. Según su etimología el verbo mentir viene del latín mentiri (mentir, urdir un embuste con la mente), en castellano existe una amplia lista de sinónimos: patraña, falacia, enredo, engaño, bulo, embuste o trola, entre otros, son tantos como maneras de engañar existen.
Si estos mentirosos dijesen la verdad no tendrían que tener memoria ni buscar atajos, con algo tan simple pero tan complejo y profundo como la verdad, lograríamos aquello que tanto cacarean: paz, justicia y reparación. En la verdad habita la belleza.