Muchos nos preguntamos por qué el 17 de enero de este año el político opositor ruso Alekséi Navalni decidió volver de Alemania a Rusia poniendo en riesgo su vida. Navalni estuvo recuperándose en Alemania tras haber sido envenenado en su país de origen y, no obstante, regresó allí donde le habían intentado asesinar como a otros políticos, periodistas e intelectuales opuestos al Gobierno. En el aeropuerto de Moscú le detuvieron; la condena tras el juicio resultó ser a dos años y medio de cárcel, aunque con toda seguridad este tiempo se alargaría en la colonia penitenciaria donde ya ha empezado a cumplirla. Tras ser sometido a la tortura de la privación del sueño, el pasado 31 de marzo el preso político se declaró en huelga de hambre.
Después de la revolución rusa en 1917, los bolcheviques instauraron los campos de trabajos forzados, más tarde conocidos como gulags, donde enviaban a los opositores del régimen soviético. Durante las purgas de Stalin, en 1937 y 1948, 18 millones de personas fueron a parar a los gulags siberianos porque de esa manera Stalin conseguía mano de obra gratis para los trabajos más duros.
Durante la presidencia de Putin se ha visto que esos campos siguen en pie. La lista de los represaliados en Rusia sería interminable. El último en esa pléyade es Navalni. Si no hubiera vuelto a Rusia, no habría podido formar parte de ella y habría perdido la credibilidad de sus seguidores. Al regresar a Moscú, su detención movilizó a centenares de miles de personas que salieron a la calle a protestar en toda Rusia.
El opositor es consciente de que si se hubiera quedado en Occidente, su vida carecería de sentido. Él, cuyo nacionalismo ha ido evolucionando a lo largo de dos décadas, para detenerse en posiciones liberales, necesita a Rusia para que proporcione sentido a toda su vida anterior. Si se quedara en Occidente como uno más de los muchos exiliados políticos, su lucha por una Rusia menos corrupta, coronada con persecución y detenciones, hubiera acabado en el silencio.
Navalni sufre unas condiciones durísimas. No obstante, posee recursos para devolver la bofetada al Estado. Al declararse en huelga de hambre, sus seguidores han convocado otra vez unas grandes manifestaciones en toda Rusia, esta vez invitando a los manifestantes a participar haciendo públicas sus señas de identidad, a pesar del peligro de persecución que eso comporta. Navalni está enseñando a los rusos a no tener miedo, a enfrentarse al poder autoritario de Putin a cara descubierta. Y eso solo podía hacerlo si regresaba