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Netanyahu tiene que irse

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Por Shmuel Rosner

redaccion@elcolombiano.com.co

Los israelitas que disfrutan del drama político tuvieron una gran semana. Los israelitas a quienes les importa el futuro de su país, no tanto.

El 20 de noviembre, Benny Gantz, el jefe del partido Azul y Blanco, anunció que no había logrado formar una coalición gobernante. Esto ocurrió semanas después de que el primer ministro Benjamin Netanyahu del partido Likud había fallado en la misma tarea. Por primera vez en la historia de Israel, dos posibles primeros ministros tuvieron la tarea de formar un gobierno y ninguno tuvo éxito. Israel ahora tendrá su tercera elección general en un año.

Al día siguiente llegó otra bomba. En otra novedad en la historia de Israel, el fiscal general acusó a un primer ministro en funciones. Los tres casos contra Netanyahu incluyen acusaciones de que recibió de los asociados obsequios y otros favores, incluida una cobertura mediática positiva, a cambio de ejercer su influencia para su beneficio. Un proceso político y un proceso legal llegaron a sus puntos culminantes al mismo tiempo, lanzando a Israel hacia un nuevo período de incertidumbre y crisis. La salida correcta de esta lamentable situación es que el partido de Netanyahu y sus aliados tomen acción -y le digan al primer ministro que es hora de retirarse. Netanyahu es un luchador. No admitirá culpa y no entregará su cargo. Tengo que admirar su determinación. Pero también me pregunto sobre su plan de juego. Arrastrar a Israel a una tercera elección después de fallar dos veces en formar un gobierno es bastante malo. Arrastrar a Israel a una tercera elección con una acusación encima es peor. Incluso si Netanyahu ganara más escaños en su tercer intento, no es claro si el presidente puede encargar a un candidato acusado para que forme un gobierno. Por supuesto, también existe la posibilidad de que Likud pierda muchos escaños debido a la acusación.

La situación legal es turbia. Según la ley escrita, un primer ministro no tiene la obligación de renunciar hasta que un tribunal lo declare culpable. Pero eso no significa necesariamente que pueda ser reelegido y reasignado. El fiscal general puede afirmar que Netanyahu puede quedarse por ahora, pero también que el presidente, después de otra elección, tiene prohibido entregarle a Netanyahu el mandato de formar un gobierno. Tal veredicto seguramente sería desafiado y, en última instancia, decidido en la corte.

Si los tribunales obligan la salida de Netanyahu, solo agregará combustible a una campaña viciosa de líderes y legisladores que creen, no del todo sin razón, que el sistema legal de Israel tiene demasiado poder y está involucrado en la toma de decisiones que pertenecen en el ámbito político. Esto, a su vez, contribuirá a un proceso peligroso en el que los israelíes de la derecha (la mayoría de los israelíes están a la derecha del centro) pierden su confianza en el sistema legal.

Y si las cortes permiten que Netanyahu se quede en su cargo, e incluso que intente recuperarlo después de otra elección, Israel está realmente atrancado. Las encuestas en días recientes indican que no parece probable que una tercera elección altere el paisaje político. Netanyahu y su bloque de partidos de la derecha y religiosos no ganarán suficientes curules para formar una coalición ni tampoco lo harán los oponentes. La acusación de Netanyahu complica la situación removiendo cualquier esperanza de un gobierno de unidad, dado que la oposición nunca acordaría servir bajo un primer ministro acusado.

¿Entonces cuál es el plan de juego de Netanyahu? Caos, al parecer. Si no puede formar una coalición, habrá otra elección. Luego otra. Luego otra. Hasta que el público se canse de votar y deje que gane, o hasta que sea derrotado en una forma que le permite a sus rivales formar una coalición, o hasta un juicio final que podría demorarse años, o hasta que haya una crisis lo suficientemente severa que haga parecer insignificante a su acusación. Para evitar daños graves al sistema legal y evitar un desorden político aún más prolongado, los aliados de Netanyahu en la Knéset deben reunir el coraje para intervenir. Los miembros de su propio partido o los líderes de otros partidos de su bloque religioso de derecha deberían decirle: es hora de renunciar. No deben hacerlo porque piensan que Netanyahu es culpable: los casos en su contra son complicados y no estoy seguro de que sea culpable. No deben hacerlo porque tienen fe en el sistema legal; algunas de las preguntas sobre su enjuiciamiento son serias. No deben hacerlo porque no es un buen primer ministro; de hecho, puede atribuirse el mérito de muchos grandes logros. No será fácil encontrar a otra persona de su calibre para llenar sus zapatos.

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