Síguenos en:
Ernesto Ochoa Moreno
Columnista

Ernesto Ochoa Moreno

Publicado

Nostalgia de Dios y silencio

Por ERNESTO OCHOA moreno

ochoaernesto18@gmail.com

Semana Santa puede ser, suele ser, una buena ocasión para vivir el silencio. Una pausa que propicia el silenciamiento y la soledad. Con la presencia de un Dios al fondo. O tal vez, con la simple nostalgia de ese Dios ausente.

No hay sabiduría sin una dosis fuerte de silencio. Ni hay paz, personal o comunitaria, si no somos capaces de liberarnos del tráfago que nos atosiga a toda hora. Un silencio que, por supuesto, no puede ser cobardía y huida, sino la búsqueda de nosotros mismos, de esa interioridad en la que podamos, desnudamente, abrirnos al misterio. Y enfrentar ese misterio desde la fe o desde la ausencia de ella.

Por lo general, somos eternos fugitivos de nosotros mismos. Tenemos miedo a escudriñar nuestra intimidad, porque nos aterra descubrir la propia mentira. Por eso hablamos, gritamos, perifoneamos y nos dejamos invadir por la cultura del ruido. Todo, menos escucharnos a nosotros mismos. La verdad cuesta y duele. Entonces cerramos los resquicios al propio sinceramiento y nos desparramamos en palabras. Aunque suene paradójico, nos asusta oír el silencio.

Pero allá habrá que llegar tarde o temprano. Todo esfuerzo intelectual, artístico y religioso, en general toda actividad humana, son un muñón existencial si no se nutren en el apaciguamiento interior. En la soledad. En el silencio. Eso lo han sabido todas las civilizaciones, todas las culturas. Es más, en el silencio y desde el silencio han brotado todos los grandes logros de la humanidad.

Por higiene mental debemos aprovechar los recodos de silencio que nos depara la vida. No son una huida, sino un reencuentro. No son una deserción, sino la más valerosa forma de fidelidad con nosotros mismos y con los demás. Eso lo saben muy bien los monjes y los contemplativos de todas las religiones. Lo saben los artistas y los creadores. Por supuesto, lo saben quienes tienen fe, pero también los increyentes, a quienes frecuentemente les serpentea detrás del corazón la nostalgia de Dios. Nos serpentea, mejor dicho, porque todos somos casi siempre incrédulos y olvidadizos de la trascendencia.

Hundirse en un silencio enriquecedor puede convertirse, suele convertirse, en un regreso, quizás apenas breve y fugaz, al paraíso perdido. Semana Santa es un buen marco para esta experiencia. El ambiente de religiosidad que se respira durante estos días, que se arrastra por las calles en las procesiones, que brota como un efluvio de incienso en los templos, debería ser mucho más que un ejercicio piadoso para tranquilizar la conciencia. O para dar la sensación de ser fieles a una confesionalidad religiosa. Hay que ir más al fondo. Al fondo de un silencio contemplativo. Tal vez, allá, en ese hondón del alma, florezca como una flor de loto la nostalgia de Dios. O su presencia

Porque entre varios ojos vemos más, queremos construir una mejor web para ustedes. Los invitamos a reportar errores de contenido, ortografía, puntuación y otras que consideren pertinentes. (*)

 
Título del artículo
 
¿CUÁL ES EL ERROR?*
 
¿CÓMO LO ESCRIBIRÍA USTED?
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO

Datos extra, información confidencial y pistas para avanzar en nuestras investigaciones. Usted puede hacer parte de la construcción de nuestro contenido. Los invitamos a ampliar la información de este tema.

 
Título del artículo
 
RESERVAMOS LA IDENTIDAD DE NUESTRAS FUENTES *
 
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Teléfono
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO
LOS CAMPOS MARCADOS CON * SON OBLIGATORIOS
Otros Columnistas