Con migaja de sal alguien expuso fórmula para acabar con la diferencia de clases sociales. Que hijas de ricos se casen con hijos de pobres, e hijas de pobres con hijos de ricos. Por primor de magia, por decreto, por casualidad de amor. En todo caso, que se dé mezcla perentoria, que cada familia sea inoculada por la contradicción. Que se inocule guerra entre sábanas.
Leyes, trampas y reyertas de herencias se trastocarían. Irritados suegros subvencionarían compra de apartamento, carro y becas para los pichones descastados. Los nietos nacerían achocolatados, por genes conocerían de hambre y de finuras del vino. Ambos cónyuges se burlarían de las costumbres opuestas. Reirían al alimón ante la película francesa “Ridicule”.
En cuestión de dos generaciones,...