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La nieta de don Amadeo da la receta para que la Anticuaria siga: Pasar la voz de que está a punto de recibir los santos óleos, y acercarse a comprar libros.
Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com
“En África, cuando muere un anciano, es como si ardiera una biblioteca”, leí en un libro comprado en una librería de viejo. La insólita obra se titula “En el desierto no hay atajos”, del tuareg Moussa Ag Assarid. Encontré el libro por arte de serendipia, o sea, sin buscarlo. Llegué a él por azar, una palabra misteriosa que parece una selfi a sí misma, redundancia incluida...
El libro-autobiografía del nómada Moussa nació de una costilla de El Principito de Saint-Exupéry. (Oigo o pronuncio la palabra nómada y siento que salí a caminar). Cuenta Moussa que cuando vivía en el desierto soñó que un avión se lo quería llevar a recorrer el mundo. “Unas semanas después – agrega- conocí a una periodista del París-Dakar que paseaba junto a su marido por las cercanías del campamento. Un libro cayó de su bolso y me agaché para recogerlo y devolvérselo a la señora. En el momento de marcharse, me lo regaló: se trataba de El Principito. Desde aquel día yo no pensé más que una cosa: ir a la escuela para aprender a leer y enterarme de la historia de aquel hombrecito”. Dicho y hecho.
Pues bien, una librería de viejo como la que me regaló a Moussa necesita respiración boca a boca. Me refiero a la Librería Anticuaria, de Belén. En la voz anticuaria también está definida su esencia porque muchos libros nacen, crecen, se reproducen con cada lector, y nunca mueren: miles se van a vivir a las librerías de viejo donde se dedican a esperar lectores tardíos.
El grito por la Anticuaria de Belén lo lanzó la bibliotecaria Mónica Pérez, nieta de don Amadeo, el quijote que hace 69 años – el número del erotismo- fundó la primera librería de viejo en Medellín.
Mónica encarna la tercera generación que atiende la librería ubicada en la calle 32 # 77-11, a media jaculatoria de la iglesia de Belén: “Salvar un libro no cuesta millones. Cuesta una visita, un libro, un gesto. Este lugar es mucho más que una librería. Es resistencia. No vendemos libros: vendemos pastillas para el alma”. Sostiene Mónica.
La nieta de don Amadeo da la receta para que la Anticuaria siga: Pasar la voz de que está a punto de recibir los santos óleos, y acercarse a comprar libros.
Para abrir más el apetito, el médico y escritor Emilio Alberto Restrepo, dice que allí ha encontrado cositas ocultas, verdaderos tesoros a precios que provocan una cierta sonrisa. “Es una bacanería” dice el colega de otro médico que se las trae a la hora de escribir, el urólogo Juan Fernando Uribe, autor de una biblia sobre el narcotráfico que bautizó “Proyecto Pablo Escobar, informe final”.
Con mis nietas Sofía e Ilona una vez fui a hacer una donación a la Anticuaria. Volveré a dejarme seducir por la serendipia, el otro nombre del azar.