Mientras muchos hablan del “pánico financiero”, a mí me embarga el pánico informativo.
Esto supera la desazón de oír a colegas valiéndose de los micrófonos para defender grupos económicos (¿qué parte de “vigilar el poder” o “darle voz a quien no la tiene” será la que cuesta entender?); o la indignación que suscita el intento de censura de un documental periodístico por parte de Fernando Londoño y Álvaro Uribe; o el insulto público con el cual la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez respondió a las críticas de la columnista Catalina Ruiz-Navarro.
Mi pánico tiene origen en un hecho incontrovertible: el bloqueo informativo.
Para empezar, el bloqueo en el caso Odebrecht. Bloquear no solo consiste en detener el acceso directo a la información, también...