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Por Paola Holguín - @PaolaHolguin
Colombia es uno de los países con mayor tasa de emprendimiento y más fuerte ecosistema del mundo. Este potencial nos obliga a luchar por el tejido empresarial. En este caso me voy a concentrar en los aproximadamente 5,2 millones de micronegocios, a los que tenemos que rescatar de la informalidad, el endeudamiento caro y la baja productividad, para convertirlos en un motor de empleo, riqueza y desarrollo territorial, con acceso real a crédito, mercados y tecnología.
Nosotros creemos que debemos hacer una gran apuesta, en por lo menos cinco frentes:
1. Sistema Nacional de Microfinanzas Productivas, porque hoy el microcrédito en Colombia tiene la tasa efectiva anual más alta del sistema, entre 35% y 38%; y 1 de cada 4 micronegocios acude al gota a gota, cuya tasa oscila entre 1.000% y 5.000%, según los cálculos del Departamento Nacional de Planeación, con exposición a violencia, extorsión y pérdida patrimonial.
La realidad es que a pesar del crecimiento en bancarización, que hoy llega al 96,4%, es decir, 37,3 millones de adultos tienen al menos un producto financiero; falta acceso real a crédito, porque nuestra tasa es del 35,5%, muy por debajo de la OCDE (57%), y aún persisten brechas de género y territoriales. Por eso, necesitamos flexibilizar, agilizar y generar productos a la medida, trabajando con cooperativas, fundaciones, microfinancieras, corresponsales no bancarios, banca y fintech.
Necesitamos líneas para compra de cartera informal, con el fin de rescatar a los ciudadanos del gota a gota; fortalecer programas de garantías estatales y crédito semilla (Innpulsa, Emprender, Manos a la Obra); además de revitalizar la Banca de Oportunidades. Esto lo debemos acompañar con educación financiera, porque necesitamos disciplina de pago, que se pierda el miedo a endeudarse (45,1%) y que se entienda la importancia de tener una fuente de recursos para crecer (22,4%).
2. Programa de formalización escalonada, acelerando y ajustando lo que hoy existe, para reducir cargas fiscales, eliminar trámites y flexibilizar el sistema laboral.
3. Información y seguimiento al sector. Actualmente, después de 34 años, se adelanta un Censo Económico Urbano, necesitamos que las mediciones sean más frecuentes; mejor evaluación y monitoreo a los programas; además de fortalecer el Consejo Nacional de Economía Popular, creado a través de la Ley 2294 de 2023.
4. Plan Nacional de Digitalización de Micronegocios, porque hoy solo el 40% tiene internet, 11% usa redes para vender y 20% tiene pagos digitales. Necesitamos garantizar conectividad, formación y digitalizar procesos.
5. Planes de Formación, mentoría e innovación, programas a través del SENA, Instituciones de Educación, empresas privadas y Cámaras de Comercio -que hoy tienen programas como Alístate y Transforma-T, que mejoran capacidades y habilidades organizativas, comerciales, digitales y financieras-; generación de redes y promoción de encadenamientos productivos; mentorías para transferencia conocimientos, técnicas y prácticas; y tal como lo propuso el Consejo Privado de Competitividad, formación dual con microcredenciales y certificación de competencias para mejorar productividad (up/reskilling).
Los micronegocios pueden ser la verdadera revolución popular, porque son una importante fuente de crecimiento personal, familiar y comunitario, desde la economía. Y, la banca digital, las fintech, son una gran herramienta para profundizar el crédito, porque reducen costos, tiempos e incluso transforman la evaluación de riesgo. Apostemos a los micro para transformaciones macro.