Hacía meses que no visitaba al padre Nicanor Ochoa, mi tío. Pero la semana pasada fui a la casita de campo donde vive, cerca de Medellín. La crisis ambiental que ha vivido la ciudad fue el pretexto. Y, allí, buscar consuelo en su compañía y la de las bifloras del corredor.
-A eso vine, tío, huyéndole a la contaminación. En Medellín está agonizando la eterna primavera, de la que tanto nos ufanamos.
-Agonizando no, hijo. Hace mucho tiempo que está muerta. Enterrada. Ya hiede. O, para decírtelo con uno de esos latinajos de cura viejo que a mí tanto me gustan, “jam foetet”. Que fue lo que le dijo Marta, la hermana de Lázaro, cuando Jesús, llorando (“lacrymatus est Jesus”), pidió que abrieran el sepulcro donde estaba enterrado su hermano. “Domine,...