Que un funcionario desde la altura capitalina y capitolina subestime a un profesor es cuento viejo. Los méritos universitarios, para no pocos de quienes ejercen tareas públicas, importan siempre y cuando sirvan para decorar hojas de vida. Ahí está un ejemplo aberrante en los falsos doctorados que han venido descubriéndose. Y además, si el presidente de la empresa petrolera más grande del país quiso ridiculizar a un crítico universitario, esa es una forma de expresión de la arrogancia de todos aquellos que sienten que han cogido el cielo con las manos porque los dotaron de atribuciones superiores. Más todavía, burlarse del contradictor, descalificarlo con un chiste flojo, es normal entre los cultores del unanimismo oficialista, que no admiten...