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Julián Posada
Columnista

Julián Posada

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Planes

Por JULIÁN POSADA

primiziasuper@hotmail.com

En estos primeros días, que deambulan con el ritmo de quien disfruta un helado y brillan con la luz que nos regala este verano que pronostican largo, en los que la época y la actitud permiten variar comportamientos, los que permanecemos por aquí amamos alterar la rutina. Los encuentros con quienes regresan una vez al año o una cada tanto a ver a sus familias y amigos son un poco más largos y se conversa más de lo menos, aunque la tregua noticiosa no haya dado pausa y estemos a punto de ver arder el mundo de cuenta de un presidente motivado por el deseo de ser reelegido y seamos testigos televisivos de este Apocalipsis llamado Australia, amo de estos días la posibilidad del cine en las tardes y de más libros de los que usualmente permite la costumbre. Los títulos leídos fueron muchos, pero recuerdo especialmente, Cómo maté a mi padre, el primer libro de Sara Jaramillo Klinkert, hija de un abogado que muere, como tantos, a manos de un sicario, en esta, la ciudad de la furia. Sara es hermana de muchos, de uno que rueda por el desbarrancadero de la droga y de los trillizos que se cuelan, por numerosos, en cada página, todos y su vida los cuenta en treinta capítulos que se devoran sin tregua y con el gusto de quien asiste a la catarsis de una hija que no entiende “¿cómo pueden 35 gramos de acero y un gramo de pólvora destrozar una familia?”, esta primera novela, conmovedora por el tono, y por la manera en la que evade el lugar común de una historia tantas veces contada, es uno de mis buenos descubrimientos del año, guardo por ahí, como si fuese un mechón de pelo, un fragmento de un capítulo que me resultó especialmente grato: “también adoro tus ganas de volver, cuando ni siquiera te has ido y que le pongas fecha a nuestro próximo encuentro, porque crees en las próximas veces, incluso con alguien cómo yo, que ofrece tan pocas certezas, que no cree en lo definitivo, que sale a trotar todos los días para no perder la costumbre de huir”.

Disfruté ese libro y desde el momento que salí del negro profundo de la sala de cine, Parásitos me habita como si fuese peste, esta historia, una sátira hiriente y conmovedora sobre el mundo, es al mismo tiempo comedia, película de terror y cine social, y a pesar de transitar por tantos géneros, de todos sale invicta. El primer protagonista de esta película es el espacio, y la supervivencia de cualquiera de las dos familias protagonistas la garantiza su dominio, el del espacio minimalista de la familia rica o el del “barroco” de los desposeídos, esos dos lugares, que terminarán inundados de horror y materia fecal, definen la lucha de clases, la inequidad y la furia de este sistema económico, en el que no importa cuánto se prepare alguien, pues jamás logrará ascender en la pirámide social.

En el libro y en la película queda claro que no tiene sentido hacer un plan, porque la vida, jamás los respeta.

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