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Por qué China ya no necesita a Hong Kong

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Por ESWAR S. PRASAD

Años después de recuperar el control de Hong Kong de Gran Bretaña en 1997, China más que todo respetaba las instituciones del territorio. Ese ya no es el caso, como ha hecho obvio la mano dura de Beijing durante las recientes protestas en la ciudad.

Entonces ¿qué cambió? En 1997, China necesitaba a Hong Kong. China aún no había tenido permitido unirse a la Organización Mundial del Comercio, así que exportadores chinos tenían acceso limitado al mercado global. Hong Kong era la solución: sirvió como canal para el comercio entrepót -bienes de China podían entrar a los puertos del territorio y luego ser enviados como exportaciones desde Hong Kong al resto del mundo, evadiendo las restricciones comerciales impuestas por las naciones miembro a naciones fuera de la organización.

Cuando China se convirtió en parte de la organización comercial en 2001, el comercio entrepôt a través de Hong Kong perdió su importancia. Según estimaciones, casi la mitad del comercio de China se realizó a través de Hong Kong en 1997, hoy esa cifra es inferior al 12 %.

En términos de tamaño total y riqueza, Hong Kong también se ha reducido en relación con China, que ha tenido más de tres décadas de crecimiento económico alto. En 1997, la economía de Hong Kong era una quinta parte del tamaño de la de China, y su ingreso per cápita era 35 veces mayor. Para 2018, la economía de Hong Kong era apenas una trigésima parte de la de China. Hong Kong aún es más rico, pero la brecha se está reduciendo, con un ingreso per cápita cinco veces superior al de China.

En el período que siguió inmediatamente a 1997, China quiso fortalecer la reputación de Hong Kong como una economía abierta y orientada al mercado gobernada por el estado de derecho. Esta fue una parte de su atractivo como centro financiero internacional, un estado que benefició la economía continental.

Hong Kong también se usó como un campo de pruebas controlado donde la moneda de China, el yuan, podría ganar terreno como moneda internacional. Hong Kong tenía la confianza de los inversores internacionales, y el yuan podía comerciar más libremente que en China, donde los controles de capital restringían el movimiento de capital financiero a través de las fronteras de China. La dependencia de China de Hong Kong es cosa del pasado. El tamaño de los mercados financieros de China ahora empequeñece al de Hong Kong. Los cuatro bancos más grandes de China se han convertido en los cuatro más grandes del mundo en cuestión de activos. En 1997, los mercados bursátiles de China eran apenas la mitad del tamaño de los mercados bursátiles de Hong Kong. Hoy en día, la capitalización de los mercados bursátiles de China se sitúa en casi 8 billones de dólares, entre los más grandes del mundo, y casi el doble que el de Hong Kong.

No es que los mercados de Hong Kong se hayan encogido. Más bien, es simplemente que los mercados financieros de China, al igual que su economía, se han expandido tan rápido que han dejado atrás a Hong Kong.

Ahora China tiene suficiente influencia que inversionistas alrededor del mundo están dispuestos a ignorar las deficiencias en su gobernanza corporativa y pública. El yuan está en camino a convertirse en una moneda internacional. Y China tiene ambiciones de promover a Shanghai como centro financiero internacional, lo que hace a Hong Kong un rival. En breve, China ya no necesitará a Hong Kong como lo hizo una vez.

A raíz de la crisis financiera mundial y con la agitación política que enfrentan los Estados Unidos y otras democracias importantes, China ha llegado a imaginar un propósito completamente diferente para Hong Kong. Es mostrar que su visión del gobierno por el Partido Comunista, con algunas libertades económicas pero con restricciones a la libertad política y social, podría ser preferible al caos de las democracias occidentales liberales. Beijing también quiere usar a Hong Kong para mostrar la eficacia de la versión de China de la ley, en el que el sistema legal sirve a la economía mediante la aplicación de los derechos de propiedad y contractuales, pero en última instancia está al servicio del Partido Comunista.

Los problemas en Hong Kong van directamente en contra de la narrativa de Beijing de que sus ciudadanos están más que dispuestos a renunciar a la libertad personal y política, siempre y cuando el gobierno genere un crecimiento económico estable y mantenga la ley y el orden. Y las acciones de Beijing allí, incluyendo un polémico proyecto de ley de extradición, podrían eventualmente socavar la confianza de los inversionistas internacionales en el sistema legal de Hong Kong. Pero las consecuencias económicas para Beijing son modestas, especialmente en relación con los beneficios de hacer un punto político claro.

China puede aflojar brevemente su poder sobre Hong Kong. Pero no hay que confundir los planes de Beijing para Hong Kong, que no incluyen preservar lo que su gente y los inversionistas internacionales antes valoraban: el valor otorgado a la libre empresa junto con la democracia, la libertad de expresión y el estado de derecho. Los manifestantes tienen razón al temer lo que viene.

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