Para la hondureña Betty Mejía los presidentes Joe Biden y Donald Trump son lo mismo. Los dos la han deportado. En el último año ella ha tratado de cruzar ilegalmente cinco veces de México a Estados Unidos. Y las cinco veces ha sido detenida y deportada a México, junto con su hijo y su hija. Para ella y muchos otros inmigrantes, nada ha cambiado en la frontera.
Una de las más injustas y arbitrarias políticas de deportación que existieron durante el gobierno de Trump sigue hoy presente en la frontera sur: el llamado “Título 42”. Esa orden, invocada por Trump por la reciente pandemia, les permite a los agentes fronterizos expulsar inmediatamente a los migrantes sin darles la oportunidad de solicitar asilo. El Departamento de Seguridad Interna ha expulsado a casi 550 mil migrantes en el último año fiscal, según reportó The New York Times. Pero ya es hora que el presidente Biden termine con la herencia de Trump en la frontera.
Hay que eliminar inmediatamente el Título 42 y normalizar el paso por la frontera entre México y Estados Unidos. Y si Estados Unidos dona millones de vacunas a las comunidades fronterizas en México, la apertura total de la frontera entre los dos países podría lograrse en poco tiempo.
Si la política de Trump hacia los inmigrantes se definió por su crueldad, el presidente Biden tiene la obligación moral de, por lo menos, escuchar las peticiones de inmigrantes como Betty Mejía. Su plan de inversión de cuatro mil millones de dólares en Centroamérica, para atacar el origen de la migración hacia el norte, tomará muchos años en dar resultados. Lo que urge es un sistema humanitario que pueda atender a quienes están huyendo de la pobreza extrema, de la violencia y de las pandillas. Esa es la responsabilidad de Estados Unidos como superpotencia y como líder económico indiscutible del continente americano. Y esa es, después de todo, la promesa escrita en la Estatua de la Libertad.
Otra cosa que urge es legalizar a millones de indocumentados, algunos de los cuales llevan décadas viviendo en Estados Unidos.
Esta es una promesa pendiente desde la amnistía otorgada por Ronald Reagan en 1986. Y la excusa es la de siempre. Los republicanos no quieren considerar ninguna propuesta de legalización a menos que se asegure la frontera con México. Pero eso es prácticamente imposible con una línea divisoria de 1954 millas.
Es muy posible que los republicanos retomen el tema de la frontera –y la llegada de miles de refugiados y niños solos– para tratar de recuperar el control del congreso en las elecciones del 2022. Así que el presidente Biden y los demócratas tienen una opción para cambiar las leyes migratorias: lo hacen solos o no va a pasar nada.
No dudo de las buenas intenciones del presidente Biden. Estoy convencido de que si el Congreso le enviara una reforma migratoria para legalizar a 10 millones de personas, la firmaría inmediatamente. Pero el tiempo no está de su lado. Esperar es peligroso.
Para demostrar su interés en el tema, el presidente se reunió hace poco en la Casa Blanca con seis dreamers. La reunión en sí misma fue extraordinaria. Se trata de jóvenes que llegaron ilegalmente a Estados Unidos, con sus papás, y que están protegidos de una deportación gracias al programa conocido como DACA. Una reunión así en la era de Trump hubiera sido impensable.
Acción es lo que falta. Y sentido de urgencia.
Una de las primeras cosas que hizo Biden como presidente fue enviar su propuesta migratoria para legalizar a 10 millones al Congreso. La mayoría de los estadounidenses apoya un camino a la ciudadanía para los indocumentados, según una encuesta de Quinnipiac. Pero esa propuesta y varias más están atoradas en el Capitolio.
La única salida es ponerle fin a la práctica conocida en inglés como filibuster (que requiere 60 votos en el Senado) o aprobar legislaciones muy concretas para beneficiar a los dreamers y a trabajadores del campo a través de una maniobra presupuestal llamada “reconciliación”. Ambas opciones son agresivas y generarían una enorme oposición de los republicanos. Pero ya es hora de tomar decisiones radicales para proteger la vida de millones de inmigrantes.
Presidente Biden, el tiempo se acaba. No espere más. Por favor, no cometamos el mismo error otra vez