Por Luz Aidé Atehortúa Morales
Es muy triste ver cómo la educación universitaria que era presencial pasa a la virtualidad improvisada, escudada en la pandemia. Jóvenes con deseos de interactuar, compartir y asumir la rigurosidad de la academia tienen que acceder a una virtualidad muchas veces escasa de imaginación. Colombia ha sido el país con el confinamiento educativo más largo.
Muchos de los estudiantes tienen programas que se pagan, como aparece en el registro ante el ICFES, pero queda a criterio de los docentes, coordinadores y decanos si los ejecutan con su metodología y no como lo establece la Ley.
La formación profesional virtual requiere preparación, múltiples alternativas pedagógicas, módulos estructurados y tecnología de punta que la hagan rigurosa, atractiva e innovadora. Estas clases virtuales impersonales evidencian un olvido hacia el estudiante como centro del desarrollo integral.
Volver a las aulas y enfrentar el rigor de la academia es un reto para todos. Pero en el caso de una educación con alternancia, habrá que ponerse al día con la innovación y formación del talento humano e inscribir los programas ante el ICFES