¿Quién asesinó a ocho jóvenes que asistían a una fiesta en Samaniego, Nariño, y a los 2 niños, en Leiva, cuando iban camino a su colegio y a los cinco jóvenes en Cali? ¿Quién mató a los líderes ambientalistas, Jorge Enrique Oramas y Jaime Monge, promotores y defensores del maravilloso Parque Nacional de Farallones? ¿Quién torturó y asesinó a ocho campesinos en Tibú, Norte de Santander y a los tres indígenas de Ricaurte y a todos los líderes comunales, indígenas y campesinos que han caído en los últimos meses en toda Colombia?
¿Quiénes son los asesinos? ¿Acaso no lo sabe o sospecha todo el mundo? Sin embargo, nadie se atreve a decirlo, so pena de ser el próximo asesinado.
Dependiendo del lugar donde hayan sucedido los hechos, estos asesinatos han sido cometidos por criminales del Eln, las disidencias de las Farc, el Clan del Golfo, los Pelusos, los Puntilleros, los Contadores, las Autodefensas Gaitanistas, las Guerrillas Unidas del Pacífico, la Segunda Marquetalia, dirigida por “Santrich” e Iván Márquez, los frentes disidentes de Carlos Patiño, Jaime Martínez, Dagoberto Ramos; los nuevos grupos paramilitares, aún sin nombre, la poderosa minería ilegal y toda clase de criminales, inclusive los carteles de México, que ya han extendido sus tentáculos ponzoñosos en Colombia.
Esos y muchos más, de su misma calaña, son los asesinos, y toda Colombia lo sabe. Lo sabe la izquierda cínica y mentirosa que quiere hacer creer al país y al mundo que el culpable es Iván Duque.
Lo saben los medios que difunden los embustes de esa izquierda, actualmente envalentonada por el poder obtenido después del acuerdo de La Habana. Lo sabe el Gobierno que, a pesar de sus esfuerzos por detener los crímenes, parece no estar usando la estrategia necesaria para lograrlo.
Los motivos de los asesinatos son claros; crear terror entre la población para ganar el control de las mejores tierras, rutas y todo lo concerniente con el narcotráfico; la minería ilegal; el apoderamiento de las tierras abandonadas por los campesinos que huyen del terror.
Nada, absolutamente nada, de lo que está ocurriendo es nuevo. Son las mismas causales de los crímenes de las Farc y otros grupos terroristas que han asolado a Colombia por décadas. La diferencia es que hoy, en vez de ser dos o tres grupos, los criminales están atomizados en docenas de grupos y que estos “nuevos” o “reciclados” asesinos están empoderados por la impunidad resultante del supuesto acuerdo de “paz”, hoy bien llamado Acuerdo de Impunidad de La Habana.
Bien podía la extrema izquierda pensar el mal que hace al utilizar estos crímenes políticamente, en vez de hacer frente común con el gobierno. Por qué, más bien, no denuncia el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión.