En medio de la andanada de críticas lanzadas, en las últimas dos semanas, en redes y medios contra la ministra de Minas por sus planteamientos, a pesar de los polémicos que pueden ser algunos, es indiscutible que el concepto del decrecimiento económico abre un debate necesario en este momento. Esta discusión con cifras y puntos de vista diversos nos puede ayudar a alcanzar soluciones y consensos.
El mundo de hoy ha alcanzado cifras importantes en superación de pobreza, pero también ha tocado tasas de desigualdad nunca antes vistas. Por eso, en las últimas décadas se ha debatido, desde el Club de Roma con los “límites al crecimiento”, la importancia de revisar cómo debe crecer la economía global para seguir disminuyendo la pobreza y cuáles deben ser las estrategias para una mejor distribución del ingreso.
Seríamos injustos en no reconocer el éxito que ha tenido el capitalismo disminuyendo la pobreza global de forma impresionante; sin embargo, hoy más que nunca el planeta clama por reflexiones profundas de cómo seguir creciendo sin dañar la naturaleza. La realidad es que el crecimiento y la sostenibilidad deben ir de la mano, por eso si queremos encontrar soluciones hay que hacer a un lado los extremismos. Se trata de encontrar puntos medios, acuerdos que nos permitan avanzar y no enfrascarnos en odios y discusiones obtusas que no llevan a ninguna parte. El fanatismo impositivo hace mucho daño a la creación de innovaciones que nos lleven a encontrar nuevas soluciones.
Creo que Colombia debe y tiene que seguir creciendo; no obstante, debe hacerlo bajo conceptos como el de capitalismo consciente, que busca hacer el bien a la naturaleza y a la sociedad, pero también incorporando la economía circular como principio determinante de un mejor uso de los materiales. De otro lado, debemos trabajar para disminuir la obsolescencia programada y, por esta vía, generar más puestos de trabajo, de modo que fácilmente podamos reparar y sustituir piezas claves sin necesidad de cambiar la totalidad del aparato o dispositivo. Por último, pensar en modelos de bioeconomía que nos inspiren a mejores procesos naturales sin poner en riesgo la seguridad alimentaria.
Todos somos habitantes del planeta, no se trata de buenos y malos; mejor, seamos más conscientes de la co-creacion sin aplastar al otro. Pasemos a la acción sin destruir al otro en redes. No se trata de que todos pensemos igual, pero sí de respetar la diferencia y de llegar a acuerdos por el bien de la especie y del planeta. Por ello, a pesar de la desacertada explicación en el escenario menos apropiado, creo que el planteamiento de la ministra, entendido en sentido positivo, es un sentir de todos, sin lugar a dudas; esto es, sigamos creciendo, pero sin destruir la madre tierra y, por qué no, regenerándola