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Una Navidad que estremece

En nuestro Chocó, pobre, aislado, bajo saqueo y calamitoso, tampoco la Navidad se posa en sus habitantes

13 de diciembre de 2025
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  • Una Navidad que estremece

Por Rubén Darío Barrientos - opinion@elcolombiano.com.co

En Belén (Palestina), donde nació Jesús de Nazareth, no hubo Navidad en el 2023. Tampoco en el 2024. Y después de dos años mustios sin luces ni decoraciones, por culpa de la guerra en Gaza, sus moradores pudieron nuevamente enclavar e iluminar su árbol de Navidad en la Plaza del Pesebre. Lo más sugerente fue que —tras la proeza— allí se abrazaron amorosamente fieles de distintas religiones y nacionalidades, mimando la esperanza y la unidad en medio de la adversidad. En nuestra Colombia, a pesar de los pesares y no obstante la neblina del desgobierno, sentimos, palpitamos y acariciamos el espíritu navideño. La otra cara de la moneda.

Ese día fausto en Belén llovió a cántaros. Y cientos de palestinos cristianos y musulmanes, se movilizaron emparamados para presenciar un encendido que permanecía en ascuas. Un joven de 27 años, realzó que “el deseo de sobreponerse al miedo es el triunfo de la fe”. Se buscaba enviar un mensaje al mundo incluso en medio del dolor de la guerra, porque se sigue apostando por la vida, la paz y la resistencia de sus gentes. Por las calles, en este par de años precedentes, los mortales no pudieron sonreír: personas asesinadas, casas destruidas, refugiados por centenares y familias desplazadas. Es una aproximación al destrozo emocional y al bombardeo que pulveriza las ilusiones y la alegría.

La guerra ha tenido la culpa. Belén, es una ciudad ubicada ocho kilómetros al sur de Jerusalén, en la Cisjordania ocupada, que vive especialmente del turismo. Las lágrimas, en su efusión, se derramaron en cada momento. Sobretodo que, en esta macabra guerra, una tercera parte de las víctimas han sido niños. ¿Noche de paz... noche de amor? ¡Nada de eso! Las escenas terroríficas que nos presentaron los noticieros eran impactantes. Sin olvidar que las lágrimas ruedan y se derraman en parte del mundo sumido en desastres, conflictos y desigualdades de todo tipo.

Tampoco se vienen dando los festejos, para quienes padecen la hambruna en una vasta zona del continente africano. En nuestro Chocó, pobre, aislado, bajo saqueo y calamitoso, tampoco la Navidad se posa en sus habitantes. Es que en muchas partes de nuestro planeta se vive o más bien, se malvive o, quizás, se sobrevive. Celebrar la Navidad, con la magia del nacimiento de Jesús, con sus luces inigualables y con los festejos condignos, es todo un privilegio y una quimera que esconde tras de sí las miserias humanas de quienes no podrán sentarse, como afortunadamente nosotros, alrededor de una mesa y celebrar con los allegados el nacimiento del enviado de Dios, rodeados de luces destellantes y regalos sin importar su cuantía.

También la Navidad se verá de lejos y con desesperanza, en países pobrísimos, como: Burundi, Haití, Madagascar, Somalia, Mozambique, Congo, Gambia, Sudán y Ruanda, donde la situación de indigencia asfixia. En Burundi, por ejemplo, se carece de electricidad por lo que todo se ve oscuro y sin luces, aunque redoblan los tambores, en una lucha por torcer la adversidad. ¿Se te ocurre ayudarle a una familia pobre en Navidad, de las que tienes cerca y no las ves? ¿Dudarías en darle aliento a alguien que necesita tu apoyo? Que tantos pobres de hoy necesitados, sean el motor para animarnos a vivir y reivindicar el pesebre de forma real.

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