Por alberto velásquez m.
La radicalización y la pugnacidad política siguen congelando la posibilidad de llegar a un consenso para trabajar sobre puntos fundamentales que conduzcan a un Acuerdo Nacional construido sobre temas y con actores responsables, con sentido de país. A impulsar la gran empresa política y patriótica que tenga como socios a las fuerzas democráticas, practicantes convencidos de las leyes, las libertades y el orden. Que asordine los cantos de sirena de populismos que seducen a gentes ingenuas para soñar con paraísos inalcanzables. Sin ese Acuerdo Nacional será difícil rivalizar con la demagogia en el discurso, que cautiva a tanta gente ilusa y vulnerable.
El ministro Carrasquilla alerta sobre los sismos que agitarán inevitablemente a la nación. No solo el ya producido por los altos índices de desempleo del orden del 20 %, sino el de la deuda pública colombiana que podría superar el 65 % del PIB a 31 de diciembre, la más alta en la historia económica colombiana. El déficit fiscal podría rodear el 10 %, originado en el incremento del gasto público para atender las necesidades de los colombianos agobiados por las quiebras, insolvencias, despidos laborales, carencias de ingresos familiares. Serán unos compromisos ineludibles de atender pero bastante difíciles de asumir sin unos sacrificios que la sociedad colombiana no asimila con facilidad.
Afortunadamente el Gobierno Nacional, dado estos terremotos económicos que cada día destruían más, acabó con las cuarentenas. Entendió que era hora de flexibilizar gradualmente la actividad empresarial, removiendo rígidos obstáculos de confinamientos. Comprendió que si la vida humana es sagrada y se debe proteger, no puede lograrse solo su conservación con el cierre prolongado de los centros de producción y cadenas de distribución de bienes y servicios. Los perjuicios han sido evidentes, no solo en la salud mental, sino en la desaparición de empresas, incremento del desempleo, hambre, desigualdades, violencia, nuevos nombres de la pandemia social.
Cada ciudadano debe tomar conciencia para responsabilizarse del cuidado de su salud y no esperar siempre la presencia del Estado policía para que le recuerde con medidas punitivas sus compromisos y deberes ciudadanos. Respetar los protocolos de salud con la corresponsabilidad de Estado y ciudadano. Queda vigente la libertad personal, para escoger el camino de conservar o terminar la vida.
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P.D.: Le faltó a la Corte Suprema, en su habilidad investigativa, sumarle a los delitos imputados a Álvaro Uribe, otros de gran relevancia. Quedan pendientes algunos procesos para que lo llamen a indagatoria: las matanzas de los artesanos en 1919, gobierno de Suárez. Las masacre de las bananeras en el Magdalena en 1929 y luego la de Gachetá, 1939, en el cuatrienio de Eduardo Santos. La muerte de estudiantes en 1954 y luego los asesinatos en la plaza de toros en 1956, ambas ejecutadas en Bogotá, bajo la dictadura de Rojas Pinilla. Seguro la Corte lo enjuiciará, para que nunca se pare del banquillo de los acusados, por los genocidios cometidos por la chusma liberal y la contrachusma conservadora en la década de los años 40 del siglo pasado. ¡Ánimo, señores magistrados! ¡A lo que vinieron! ¡Estrenen la cadena perpetua para semejante genocida!.