La página en blanco. La mano enyesada, y no diré si la izquierda o la derecha para no crear suspicacias políticas que podrían dejarme más maltrecha de lo que ya estoy. Un dolor que persiste. El país en vilo. Un momento político que exige tapabocas. El rancho ardiendo y los bomberos empecinados en apagarlo con combustible. Para completar el cuadro, dos maletas en la puerta que confirman una partida inminente: la del hijo que escala un peldaño más hacia su sueño de oro, su proyecto de vida y su realización profesional. El corazón chisporroteando como aserrín prendido, en una casa que se siente inmensa ocupada por esta alma, casi en pena, en la fiel compañía de dos gatas que merodean en busca de caricias.
Mi hijo y Colombia, guardadas las debidas...