Pico y Placa Medellín
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En 2001, en medio de la guerra que atravesaba Colombia, dos niños de Sonsón, Antioquia, llegaron con sus familias a Medellín en busca de un mejor futuro.
Desde pequeños, entendieron que las oportunidades no llegan solas. A los 11 años, empezaron como caddies recogepelotas de tenis en el Country Club Ejecutivos. Allí, aprendieron de disciplina, esfuerzo, servicio y cómo se construyen los sueños con trabajo. A los 17, Alejandro ingresó becado a la Universidad Nacional a estudiar Ingeniería Física. Por otro lado, Santiago decidió emprender su primer negocio: un Fruver (minimercado de frutas y verduras), que con mucho esfuerzo logró escalar y vender a inversionistas.
Mientras Alejandro se graduaba con honores y conseguía una beca para su maestría, Santiago continuaba apostándole al mundo empresarial. A los 21 años, decidieron emprender juntos en tecnología. Se presentaron a Parque del Emprendimiento, un programa de Ruta N y la Alcaldía de Medellín, y fundaron una empresa de base tecnológica. Contrataron dos desarrolladores, y para pagar la nómina, Alejandro trabajó en Accenture (multinacional con sede en Medellín) mientras Santiago parqueaba carros en un restaurante y daba clases de squash.
La empresa fue creciendo. Fueron seleccionados en el programa de aceleración de MassChallenge, también apoyados por la Alcaldía de Medellín y Ruta N. Sin conexiones empresariales, de colegio público, sin venir de familias adineradas, sin un inglés fluido, pero con hambre, visión y una cultura paisa que los impulsaba desde adentro, estos dos jóvenes lograron levantar inversión privada y convertir un sueño en una empresa real.
Hoy, su software AUCO (www.auco.ai), que nació en un programa de incubación, tiene más de 1.000 clientes corporativos y presencia en 12 países.
Emprender en Medellín es diferente. Aquí la gente te quiere conectar con el mundo, habla bien de ti, creen en ti. La ciudad respira colaboración y buena energía. Existen centros de innovación, programas públicos y privados, y una cultura que celebra los logros de los demás. Medellín se ha convertido en un puente entre el mundo corporativo y los soñadores que se atreven a crear.
Esta historia no habla solo de esfuerzo y ganas de comerse el mundo, habla de autenticidad, de creer en lo que uno ama, de no necesitar títulos ni contactos para empezar, solo pasión, disciplina y muchas ganas.
Medellín no solo les abrió la puerta. Les enseñó a construir la suya.
Hoy, sin duda, Medellín es el mejor lugar para emprender en Colombia.
