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El valor de los opuestos

Entre tanto sólo nos queda aceptar y continuar. Hasta hacernos fuertes. Hasta sanarnos. Hasta que amanezca. Hasta que cese la lluvia.

01 de junio de 2025
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  • El valor de los opuestos

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Toma tiempo aceptar que la moneda no siempre cae del lado que esperabas. Que la oscuridad siempre es sucedida por la luz y que la una no puede existir sin la otra. Ni la noche ni la lluvia son eternas. «Todos llevamos una sombra /Pero ahora mismo es verano otra vez /Y estoy mirando cómo se encorvan los lirios», nos recuerda Mary Oliver. Yo lo llamo el valor de los opuestos. Como cuando te caíste de aquel caballo tan blanco y tan hermoso que insististe tanto en montar y entonces tu deseo se convirtió en pesadilla. El dolor necesita sanación, sin embargo, paradójicamente, sólo puede sanarse aquello que nos duele. Tengo una herida que me ha enseñado el valor de la paciencia, la importancia de detenerme y descansar. Una herida que, por primera vez en mi vida, me obligó a pedir y aceptar apoyo de los demás. No deja de ser simbólico que uno de mis aprendizajes haya sido justo ese porque la herida es en el talón, uno de los principales puntos de apoyo del cuerpo humano.

«Las buenas decisiones vienen de la experiencia pero la experiencia viene de las malas decisiones», lo dijo Mark Twain que también comprendía el valor de los opuestos. Quien maldice sus equivocaciones, su oscuridad, sus dolores, realmente, aprende muy poco. Hay que lanzar la moneda, aceptar el resultado y darse la oportunidad de lanzarla de nuevo. Permitir que la vida equilibre las cargas, aunque a veces lo haga de formas que nos cuesta tanto entender. Lo malo no siempre es tan malo y lo bueno no siempre es tan bueno. La luz necesita de la oscuridad tanto como la experiencia necesita de las malas decisiones y los lirios de la lluvia.

Hace tiempo leí una novela llamada Shantaram. En ella un fugitivo australiano termina escondiéndose en los lugares más sórdidos de Bombay en donde debe enfrentarse a complejas situaciones que lo llevan a reflexionar sobre dos conceptos tan aparentemente opuestos como la debilidad y la fortaleza. Entonces un día se pregunta: «¿No es acaso cierto que parte de nuestra fuerza nace de nuestro sufrimiento? ¿Que el hecho de sufrir dificultades nos hace más fuertes? ¿Que aquellos de nosotros que nunca han conocido una auténtica dificultad, un verdadero sufrimiento, no pueden tener la misma fuerza que otros que sí los han sufrido? Y si eso es cierto, ¿no significa entonces que tenemos que ser débiles para sufrir y que tenemos que sufrir para ser fuertes, de modo que tenemos que ser débiles para ser fuertes?». Al final el fugitivo entiende que los opuestos se complementan. La moneda, como tantas cosas de la vida, muestra dos caras que justo por ser opuestas le dan sentido.

Entre tanto sólo nos queda aceptar y continuar. Hasta hacernos fuertes. Hasta sanarnos. Hasta que amanezca. Hasta que cese la lluvia. Hasta que florezcan los lirios. Hasta que llegue el verano. Tal vez no se trata de seguir golpeando la pared para tumbarla sino de aceptar la dureza del ladrillo y mejor buscar una puerta por la cual salir.

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