La paloma de Rafael Alberti, de Puerto de Santa María, España, se equivocó: por ir al norte, fue al sur, creyó que el mar era el cielo, que la noche, la mañana.
La paloma de Ramiro Gómez, de Itagüí, Colombia, también se equivocó en materia grave y en lugar de regresar al viento, su morada, se distrajo en el parque del municipio en busca de alimento. Un perro vago la mordió en el cuello y la tuvo a punto de viajar al Walhalla de los pájaros.
“El mísero can hermano de los parias” no contaba con la solidaridad de Ramiro y de las doctoras Tatiana Montoya, Verónica Zapata y enfermeras del Centro Veterinario Zoogranja, del municipio.
Ni cortas ni perezosas, las médicas acogieron este espíritu santo con plumas, lo operaron y hasta el momento lo tienen ganando la partida. “Queen-reina”, nombre bilingüe que le puso el samaritano Ramiro para hacer quedar bien a su profesor de idiomas en la escuela Diego Echavarría Misas, se recupera a paso de ganso, pero se recupera.
La historia me pareció de no te lo puedo creer. Me arregló el resto del semestre y me hizo olvidar la campaña electoral y los atropellos que el “bobo sapiens” comete en la dirección de la rosa de los vientos.
Ramiro, devoto de Chaplin y de Cantinflas, y habitual de la biblioteca Diego Echavarría, suele visitar parques de la ciudad para regalarle banano, plátano maduro y alpiste a la población alada. Este Bill Gates sin plata tiene esta divisa: Riqueza no es tener, es dar.
Me escribe Ramiro: “El pasado martes 17 de mayo, me encontré en el parque de Itagüí con una palomita; como que la mordió un perro por debajo del cuello y sangraba mucho, mucho. Logré cogerla y la lleve a la veterinaria.
La doctora Tatiana, de Zoogranja, me comentó : Veo que está muy mal la palomita y vamos a ver qué podemos hacer por ella. Vuelva más tarde a ver cómo sigue. Al volver, la médica veterinaria, me informó: la tuvimos que sedar y le hicimos una cirugía. Le tomamos varios puntos. La vamos a dejar hospitalizada hasta mañana. Luego se la puede llevar para la casa y le da comida. Ese animalito debe de tener mucha hambre porque no ha podido comer nada.
La dueña de la casa donde vivo me prestó una jaulita y ahí la tengo con pan bien desmenuzado y maíz picado de tal manera que pueda tragar bien. Vive conmigo.
Empezó a comer y a tomar agua. Esta mañana amaneció mejor y más animada. Le miré los puntos y está sanando bien. La veo mucho mejor y sigue comiendo”.
Redondeo estas líneas citando la vieja y conocida canción de Sebastián de Iradier: “Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño...”, puede ser la de esta emplumada historia