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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

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Sobre desigualdades peligrosas

Por José Guillermo Ángel - memoanjel5@gmail.com

Estación Diferencia (que también puede ser Cuidado, Atención, Alerta), a la que llegan los que habitan las brechas económicas (mirándose de reojo); los altos, acompañados de bajos y los gordos, de flacos; los de los países del norte, hablando de los países exóticos del sur; los muy leídos y los analfabetos, los aliviados y los enfermos, los de pelo indio y los que lo tienen rizado, los de pigmentación variada y los decolorados, los que hacen dieta y los que no paran de comer, los creyentes y los que ya no creen (que a veces discuten como diablos), los que cuentan billetes frente a otros que cuentan monedas, los que obtuvieron la visa y los desvisados (valga la palabra), los que toman tetero y los que ya usan bastón, en fin, la igualdad (que parece que ni siquiera es absoluta entre mellizos) solo pareciera posible en que nacemos y morimos. De ahí en adelante, viviendo, las diferencias son bien claras, incluso entre los dioses, los exoplanetas y el uso del tiempo.

Si todos fuéramos iguales e hiciéramos lo mismo, ya habríamos desaparecido, pues es claro que se requiere la diferencia para poder interactuar, desarrollar inteligencia (que se nutre de confrontaciones), realizar transacciones económicas y poder procrear. La igualdad solo se da en matemáticas, que sirven para mostrar diferencias de medida y de peso, cálculos diferenciales y posibilidades de igualación, como pasa en el álgebra. Así que la igualdad, como dice Baruj Spinoza, solo sirve para que de dos conceptos iguales uno sobre, pues ocupa el lugar que debería cubrir la diferencia. Sin embargo, frente a la igualdad (que ni las utopías conciben), se da la equidad: a cada cual lo suyo según lo que haga y las necesidades que tenga, lo que implica lo básico para vivir con dignidad y poder producir (y aprender) para bienestar de todos.

El miedo nace de la desigualdad. Un pequeño ejército le temerá a uno más grande y mejor armado; una economía del primer mundo, a una desastrosa del tercero (que es la que genera la emigración); una ciudad, a los desplazamientos del campo (lo que produce sobrepoblación y problemas de ubicación); la riqueza desmedida, a la máxima pobreza (delincuencia, supervivencia); la democracia, al totalitarismo, etc. Y para evitar ese miedo, solo se requiere que haya paz y pacto social, independencia alimentaria y equidad. Y necesidad de vernos en un planeta que tenemos que rescatar porque es lo único común a todos. El miedo nace de que, si no hay vida en orden, el desorden nos acaba.

Acotación: La desigualdad tiene un problema: aumenta de manera geométrica cuando esta se desconoce. Pasa con las enfermedades, la falta de educación y con economías de brecha amplia como las nuestras. Y si bien una sociedad de iguales no funciona (se requiere de escalas de ascenso), una equitativa sí, para que no haya miedo 

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