Estación Incertidumbre, por la que rondan expertos que no se ponen de acuerdo, asesores que obedecen a intereses o solo dicen a todo que sí, consultores que llevan cuadros matemáticos de proyección y si una cifra no se cumple se ajusta con otra, obsesivos en que si el mundo no se acaba hoy podría ser mañana, gente con mascarillas diversas (con diseños que imponen modas), vigilantes con medidores de fiebres (que parece que afectan los ojos), seguidores de normas sanitarias que consumen más jabón y alcohol que comida, personas de mal humor que explotan con otros o consigo mismas, autoridades que cumplen con unos y se hacen los de la vista gorda con otros, brujos que exorcizan puertas y ventanas, ropas y utensilios y, a todo esto, una multitud que se mueve guardando distancias (pocos) y tratando de no toser, así la tos sea producto de la contaminación y los cambios de clima. Y bueno...
Que el virus anda por ahí, es cosa cierta, y no en calidad de único sino con otros, unos más débiles y otros quién sabe. Si se hace un inventario de virus que aparecen, se crían y se instalan al lado de bacterias, microbios y nano-bichos apenas detectados, la lista es larga. Y que estos seres minúsculos enferman, matan y en otras se chocan contra sistemas inmunes, eso lo saben los biólogos y los médicos, los farmaceutas y los enfermos imaginarios (grandes consultores de Google). Entonces, que vivimos rodeados por seres que no se ven ni se sienten, que saltan, se esconden y aparecen cuando menos se piensa (después de un aguacero, dentro de un viento de verano), es cosa de todos los días. Y hasta nos los comemos sin ascos.
Pero este virus nuevo, al que Gabriel García Márquez incluiría en la peste del insomnio que narra en Cien años de soledad, tiene a la gente sin dormir, a los medios de comunicación anunciando contagios crecientes, a muchos delirando y a otros hablando del cambio, pero sin querer cambiar. Y en este insomnio que lleva a perder el sueño y los sueños, aparecen las exclusiones y el ver crecer los problemas, se fomenta el miedo y se promueve un encerramiento paranoico, a la par de discursos de gente que ya protesta por la pérdida de libertades y la obsesión de unos que le quieren imponer a otros sus delirios. Y el virus, ahí está, haciendo lo que puede, igual que los demás virus y bacterias, microbios y seres no detectados, para más temor o simple convivencia.
Acotación: la historia de la humanidad es la historia de la biología. La de los seres vivos que mutan, se contagian, sobreviven, enferman, se alivian o se mueren. Es una historia de adaptaciones, experiencias de salud y cambios mentales. Pero ahora el virus es solo uno, qué obsesión tan delirante.