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José Guillermo Ángel
Columnista

José Guillermo Ángel

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Sobre la necesidad de leer

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Estación Libros, a la que llegan muchachos que todavía leen letra chiquita y los que usan lupa para saber qué dice al final de los contratos, miopes de tanto leer o que se han encerrado y no ven más allá de las paredes (en las ciudades sucede que la miopía se da por los continuos obstáculos a la visión), lectores de asuntos raros, gente que busca compañía en una novela, censores que maldicen a las editoriales libres, buscadores de libros de piscina (best-sellers que se pueden entender saltando páginas), investigadores que confrontan datos, intelectuales envidiosos de sus colegas (no compran el libro, pero sin leerlo dicen que es malo), religiosos que quieren saber de otros dioses o algo que no se ha dicho del propio, amantes de la ciencia ficción para enterarse de cómo se acabará el mundo, curiosos de la biología y las demás ciencias naturales, criadores de gallinas y sembradores de huertos que preguntan qué hay de nuevo para que siempre haya comida en la casa; en fin, la fila es larga y los libros escogen a sus lectores, como quizá dijo Borges.

Un proverbio de la España musulmana dice que quien sabe leer no muere en la miseria. Pero saber leer no es descifrar signos sobre un papel, una pantalla, un aviso o una pared. La lectura exige continuidad, complejidad y referencias que le permitan a la persona ir sabiendo y entendiendo más, tener más mundo y ser más humano en cuestiones morales (de buenas costumbres), de ciencia y de cuidado del ambiente. Los libros contienen todo lo que hemos sabido de la tierra y el cielo (nuestros referentes para todo), del comportamiento de los hombres y mujeres, de las alegría y tristezas, de los buenos y malos gobiernos, de los tiempos difíciles y de los boyantes. Así, leer es un encontrarse con nuestra propia especie en el planeta, con sus actos, logros y fracasos. Es entender lo que pasa (aun en la fantasía) para saber lo que se debe hacer. Leer es no estar solo.

En países como el nuestro, en el que los niveles de lectura son muy bajos, y los libros caros (¿una incitación a la ignorancia?), los debates son pobres y airados, las argumentaciones poco profundas, la escritura todavía en etapa narrativa y violenta (difícil leer buenos diálogos y reflexiones) y el apego al pasado una constante, pues a falta de lectura se recurre a la memoria, que para el caso es bastante flaca y mentirosa. Y ahí vamos, con los libros como testigos de los delirios que enfrentamos y creyendo sin saber.

Acotación: Para leer hay que tener buenos libros, cuadernos para anotar y reflexionar en frío, y tener una disciplina de lectura de al menos un libro por mes. De lo contrario, todo serán emociones, creencias primitivas y discusiones afiebradas, como las que vemos y nos persiguen 

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