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8 y 2
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Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Sancocho, a la que cae de todo mientras el agua hierve y el contenido se da contra las paredes de la olla (que se mueve de un lado al otro, incluso salta) soltando vapor por todas partes, cuando no trocitos encogidos de lo que hay adentro. Y a esta olla (o sancochada). Asisten los que creen sin cuestionar qué tan cierto es lo que oyen o leen, los que buscan que el mundo se acabe para no preocuparse más, los que gritan para hacer catarsis y asustar sus miedos, los que ya ven al dólar como un enemigo oculto, los empecinados en obsesiones y paranoias, los que predicen que vendrá lo peor y falta poco (eso lo dicen hace mucho), los que no saben dónde irse y miran angustiados entradas libres y con visas, los que ven cómo crece el precio de la gasolina y disminuye el dinero, los que ingresan a la red y se alimentan de todo lo que asusta, en fin, la fila al sancocho incluye presas grandes y huesos, yerbas varias y grasas de aceite y gordos de pecho, sal en cantidad medida y picantes que cambien los sabores por si algo está de más de podrido.
Pandemonio (o Pandemonium) es palabra que contiene a todos los demonios, desde los chiquitos a los grandes, los unos envilecidos por la codicia, los otros por la lujuria, pero los más por la carencia de realidad, que es el caldo preferido por los diablos, pues lo permite todo, desde fantasías tocadas por la carne (enamoramientos psicóticos) hasta deseos de poder absoluto para creerse dioses, crear mundos totalitarios y convertir los derechos en dones para unos pocos. Y en este mundo diablesco, de cachos, aliento a azufre y colas puntudas, aparecen las recesiones económicas que aparecen y desaparecen, las guerras con armas avanzadas, pero con estrategias y tácticas napoleónicas; las derechas que quieren regresar al tiempo de Napoleón III y unas izquierdas que pelean entre ellas, pues ya el asunto no es el socialismo sino el pedazo que les toca. Y bueno, Satanás reinando.
Lutero peleó con el diablo, pero salió mal parado. Charles Baudelaire dijo que la estrategia del demonio era regar el chisme de que él no existía. Joseph Roth vio al diablo en una esquina y no le hizo caso. Pero el más acertado de estos fue Simplicísimus (el personaje creado por Grimmelshausen y situado en la Guerra de los 30 años), que comenzó creyendo en el diablo y después dejó de creer en él, al ver que la contradicción era un hecho permanente y solo era posible entender algo a través de su contrario. Sigo, entonces, a Simplicísimus, que tocaba la gaita.
Acotación: el diablo es un personaje de carnaval y hay que dejar que durante tres días haga lo que quiera para que el esto de año no haga nada. Claro que los tres días han durado mucho.