Estación Respuesta, a la que llegan los que se rascan la cabeza y encienden cigarrillos, los que hacen tachones sobre lo escrito, leen el tarot y miran cartas astrológicas; los que aumentan las lentes de un microscopio, reescriben ecuaciones, buscan fórmulas en el celular y, para colmo, en medio de esta tarea, entran llamadas y mensajes que hacen perder la atención, llevan a maldecir (se pierde fácil la paciencia con la electrónica) y hay que comenzar de nuevo. Pero a esta estación llegan también los que tienen todas las respuestas (gente, inteligencia artificial), los que profetizan, los de mentalidad sancocho (que a cada respuesta le meten más problemas), los que responden sin saber cuál es la pregunta, los que desvían la respuesta y ponen cara de acusados, etc. Y así, buscando respuesta, llegan hasta las hormigas que, después de llegar a su hormiguero, ven que ahora sembraron una mata en el lugar y ya hay un aviso de prohibido estacionar.
Es claro que esta época se caracteriza por las preguntas o, si se quiere, las incertidumbres. Y no porque nos hayamos vuelto filósofos o científicos curiosos, sino debido tanta información en todas las direcciones, la más en contravía, que da como respuesta un anacronismo, una mentira o algo que no se había preguntado. Y a las preguntas serias sobre el medio ambiente, la claridad política, el futuro económico, los desbarajustes impositivos del Ministerio de Hacienda (que escurre al ciudadano), la falta de planes de desarrollo que tengan como objetivo la industrialización y la educación eficiente y humana, se responde con rumores, acusaciones, contradicciones y posibles teorías de la conspiración. Y así nada es claro y abunda la viscosidad y el vapor.
Para una época como la nuestra, de palabrería vana y asuntos a medio hacer, es conveniente hacer una suma de lo que hay para extraer de ahí lo que sirve. A esta tarea se dieron Maimónides (lo primero que dijo fue: veamos qué palabras usamos para ver cuáles sirven) y Tomás de Aquino con su Summa teológica que más que filosofía es una especie de enciclopedia de conceptos fundamentales para saber de qué se habla. Y en esta suma, de la que hay que abolir eufemismos y lo llamado políticamente correcto, dar respuestas que definan moral, codicia, inteligencia, planeta, agua, delito, país, belleza y arte, y otras que ya no se sabe qué son y se juega con ellas en cada mentira.
Acotación: La pregunta es una señal de inteligencia. La respuesta, una razón inteligente. Pero si la pregunta es una desviación y la respuesta un irse por las ramas, la inteligencia se pierde y lo que pudo tener forma y lograr un lugar se deforma y cae donde no es. Y en este juego de preguntar y no responder o hacerlo mal, el caos hace de las suyas y todos nos perdemos enfurecidos.