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Crear conciencia y cultura para generar un impulso en torno a un determinado tema, tiene una importancia vital; pero es una competencia que, debo admitir, todavía no domino como debería. Incluso, creo que en realidad el tema de marketing... las palabras de moda... o las llamativas presentaciones y declaraciones públicas no son de mi mayor gusto.
Innovación, transformación digital, cuarta revolución industrial, emprendimiento... estas palabras se han usado tanto que a veces siento que tienen en algunos momentos un propósito casi vacío. Ellas son acciones y medios para un fin; relevantes y claves para atacar problemas y retos, pero aún así, un medio para un fin. Cuando uno se enfrenta a desafíos para los cuales sabe conscientemente que tiene vacíos, una de las mejores soluciones es encontrar el talento adecuado para llenar esas brechas.
Sin embargo, hallar esas personas no es algo trivial y depende no solo de habilidades blandas y duras; depende muchas veces de la esperanza en generar un vínculo de confianza en torno a un objetivo común, no importa cuán simple sea y, por supuesto, mostrarles que uno también tiene el talento que buscan y que les podrá, de alguna forma, generar valor.
Tener la oportunidad de interactuar con personas de diferentes orígenes o credos definitivamente ayuda a desarrollar un cierto conjunto de habilidades para adaptarse a nuevas realidades y entender el talento requerido para ciertas acciones. Durante mi vida profesional he tenido la oportunidad de trabajar y ser dirigido por personas increíbles. Todas han sido únicas a su manera. Algunas más competentes, motivadas o adecuadas para la tarea en cuestión; pero todas, sin duda, únicas.
Esta es una regla simple y que es parte de mi propia forma de trabajar y vivir: empezar esperando lo mejor de las personas y confiar en ellas en lugar de comenzar una relación profesional basada en el supuesto de que las cosas podrían no funcionar y que habría que gestionar ese riesgo. Sin embargo, como principio, esto no es trivial y requiere un equilibrio importante de confianza, paciencia y tolerancia al riesgo.
Desafortunadamente, la gente tiende a querer demostrar que uno está equivocado. En repetidas ocasiones, he visto a colegas y colaboradores caer en discusiones más sobre la desconfianza o sobre el error en lugar de hacer las cosas de la mejor manera posible.
Durante estos últimos meses aprendí una dura pero bonita lección sobre la gestión de las personas y del talento, y sobre todo, la suerte de encontrarlo: que incluso con sueños y confianza compartidos, la esperanza podrá no ser suficiente. Todos tenemos nuestras propias batallas para pelear diariamente y es difícil a veces entender la dimensión y el costo que esto tiene en nuestras vidas, personales y laborales.
Quisiera dejar hoy un pequeño homenaje a las personas que se lanzan de cabeza, que se unen a aventuras tras un propósito superior mayor que uno, aun con el riesgo de, por errores propios y ajenos, ver sus esperanzas y sueños no cumplidos. Hoy, indudablemente soy mejor debido a estas personas tan especiales; con ellas he aprendido mucho en poco tiempo y siempre estaré agradecido por esa lección. Hoy, tengo la esperanza y el deseo de lograr enseñarle a alguien lo mucho que ellos me han enseñado.
