Hay días en que somos una circunstancia, espíritus febriles entre las montañas. Hay ratos en que te sientes como una figura de Lego en una construcción caótica y lo único seguro es la actitud.
A veces somos caminantes, conductores o pasajeros. Son las 6 a.m. y no puedo manejar el carro. Unas gotas de lluvia retrasan el tráfico en Medellín y pierdo el bus que viaja con mis compañeros hacia El Retiro. No hay amigos disponibles y la mejor opción es subir en uno de los autobuses que van hasta allí. Emociona la idea de montar en transporte público rural. Sin embargo, algunas circunstancias impiden que sea una experiencia placentera. Cuatro vehículos pasan por mi lado sin espacio. La cantidad de almas desesperadas que viaja hasta allí a esa hora es...