Colombia es testigo de excepción de la crisis de tres instituciones que han sido soporte de su vida republicana: los partidos políticos, la Iglesia Católica y la Policía Nacional. Los primeros, con Liberales y Conservadores a la cabeza, dispersos en un espectro de intereses personales y mezquinos, y en la dinámica acomodadiza propia de su pobreza ideológica y ética. La segunda, contaminada por los escándalos sexuales de pederastia y homosexualidad bajo sus sotanas. Y la tercera, ensuciada por la corrupción y los abusos, pero sobre todo muy distante del sentir, los reclamos y los valores ciudadanos.
Los políticos tradicionales y sus neomovimientos para ampliar el portafolio de votantes (La U, Cambio Radical...) acaban de fundirse en un abrazo...