Por María Clara Ospina H.
Si usted es un viajero experimentado, sabe que los lugares para evitar eran aquellos considerados indeseables por su falta de atractivos como belleza, localización única o abundancia de contenido histórico y cultural.
Hoy no solo debemos evitar estos “feos” e “insípidos” parajes, sino que también es mejor no ir a algunos de los lugares más bellos e interesantes del planeta. Tristemente, la enorme afluencia de turistas a algunas joyas de nuestro patrimonio global ha arruinado el placer de visitarlos.
Todos queremos ir a comprobar con nuestros propios ojos la belleza de Venecia o Florencia, los tesoros artísticos del Louvre, los Museos Vaticanos, o la Galería Uffizi, los misterios de ciudades perdidas como Machu Picchu o Petra, la hermosura de algunas islas del Pacífico como Balli o Phuket, o la majestuosidad del Cañón del Colorado.
El problema está en que, simplemente, la mayoría de las ciudades, pueblos, parques, museos, catedrales, ruinas arqueológicas, o playas no resisten tantos visitantes y están siendo dañadas, casi que irremediablemente, por ellos.
Por lo cual, visitarlas, lejos de ser un placer, se ha convertido en algo costosísimo y verdaderamente indeseable. Ir a Venecia es ir a una ciudad en exceso congestionada, costosa y sin alma, pues los venecianos, no solo no quieren a los turistas, sino ya no viven allí. Hoy Machu Picchu se visita en fila india, afanosamente, sin silencio, rodeado de verdaderas muchedumbres. Ni que decir de la Ciudad Prohibida de Pekín, eso sí que es andar en manada, entre empujones, olores y pisotones.
Los hermosos templos de Ankor Wat, Camboya, con más de 900 años de antigüedad, están siendo destruidos por el turismo masivo que los frecuenta. Lo que no pudo destruir la selva, las guerras, la humedad y el abandono, en nueve siglos, en pocas décadas lo está haciendo el turismo.
Por este motivo, muchos lugares están poniendo límites al número de visitantes, inclusive impuestos o cobros por visita, entre ellos Venecia y Barcelona, donde el transporte público se ha visto colapsado por la inmensa afluencia de turismo. Igual ha ocurrido en la Ciudad Prohibida, Ankor Wat y Agra, India, donde la ciudad no resiste el número de visitantes al Taj Mahal.
En algunas islas griegas como Santorini, donde los grandes cruceros inundan de gentes sus calles, pronto impondrán límites al número de visitantes.
En Bali, el gobierno cobrará un impuesto a los visitantes para costear el procesamiento de 3.800 toneladas de basura que dejan los turistas al año.
En pocos años se duplicarán los viajeros en el mundo, así que habrá que pensar, con tiempo y con inteligencia, adónde y cuándo ir a los lugares más bellos para evitar un costoso y desagradable fiasco.