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Juan David Escobar Valencia
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Juan David Escobar Valencia

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¿Un país en manos de “indignados”?

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Por Juan David Escobar Valencia

“La gente espera que si gritan lo suficientemente fuerte acerca de los “valores”, otros los confundirán con almas serias y sensibles que tienen percepciones más elevadas y nobles que la gente común. De lo contrario, ¿Por qué estarían gritando? La indignación moral es una técnica básica para dotar al idiota con dignidad”. Marshall McLuhan.

En situaciones en las que las sociedades enfrentan dificultades mayores que las posibilidades y recursos de las instituciones, como en el juego de la perinola, la única solución que posibilita el futuro colectivo es cuando el trompo cae en la cara de “Todos Ponen”, y no en la que los mediocres prefieren, la de “a mi no, que le cobren a otro”. Si alguien cree que la solución está en quejarse sin proponer nada, declararse víctima e indignarse reclamando insaciablemente derechos, pero sin cumplir los deberes normales y pagar los costos que haya que asumir adicionalmente, entonces vamos ineluctablemente hacia la inviabilidad.

Las democracias verdaderas permiten y valoran la protesta, siempre y cuando no incumpla la ley y violente los derechos de los demás, porque eso no es protesta, eso es delincuencia. Pero hemos visto en los últimos años y días que algunas manifestaciones de protesta no son necesariamente la expresión de una ciudadanía consciente que quiere resolver el problema, sino que, como niños mimados y malcriados, exigen soluciones gratis, indoloras e inmediatas a sus reclamos. Y como plantear propuestas y aceptar sacrificios es más difícil que quejarse, lo fácil es “victimizarse”, el camino de los mediocres.

Han llegado al extremo parasitario de exigir el inexistente derecho a “bloquear” y a “parar” el país, porque supuestamente son poseedores de una artificial superioridad moral que los hace mejores y más responsables que quienes no queremos “parar” ni “bloquear”. Y su argumento es que están “indignados” y “victimizados”.

Los sicólogos califican este rasgo de personalidad negativa y enfermiza como “Tendencia a la victimidad interpersonal”, caracterizado por: 1) Una incesante necesidad de ser visto por los demás como una víctima e incluso mártir. 2) Un elitismo moral que surge de la convicción de tener una inmaculada superioridad moral atacada por los demás, que son inherentemente “inmorales”. 3) Una falta de empatía e incapacidad de ver la vida desde la perspectiva de otros, lo que los autoriza a ser egoístas. 4) Y dada su falta de carácter y neuronas para proponer soluciones, intentan dejar atrapados a los demás y a ellos mismos, en una narrativa rumiante, concentrada en los detalles del ataque del que supuestamente han sido víctimas.

Alemania no resurgió de las cenizas luego de la Segunda Guerra Mundial gracias a mediocres y malcriados que se dedicaron a “marchar” y a “parar” el país, casi completamente destruido por la guerra. Fue trabajando, estudiando, levantándose más temprano y acostándose más tarde, y diciendo: “qué más puedo hacer, qué puedo aportar, qué tengo que poner”, y no gritando: “paremos” y “bloqueemos” todo porque estamos indignados

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