Quien lee el Cántico Espiritual de S. Juan de la Cruz, poema y comentario, se encuentra, aun sin darse cuenta, en el bosque del romanticismo absoluto, circundado de asombro por todas partes, como si viviera en el tiempo la eternidad.
Juan Ramón Jiménez llama a S. Juan de la Cruz romántico absoluto. Para él, el místico es el verdadero romántico, el hombre “más absolutamente humano; el que tiene un sentido más delicado, más exquisito, más profundo del amor; el que hace del amor humano poesía humana y divina a un tiempo”.
S. Juan de la Cruz, místico de místicos, pone, no la realidad al servicio de la fantasía, sino ésta al servicio de aquella. Sus poemas están en primera persona del singular. Cantan la relación de amor del poeta con el Amado divino. La complejísima realidad en asombrosa unidad.
El místico, romántico absoluto, canta su experiencia. Leo la estrofa doce del Cántico Espiritual. “¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados!” Fuente, semblantes, ojos y entrañas son reales, no mera fantasía.
El embrujo del poema tiene en el comentario parecida intensidad. “Sobre este dibujo de fe hay otro dibujo de amor en el alma del amante, y es según la voluntad, en la cual de tal manera se dibuja la figura del Amado y tan conjunta y vivamente se retrata en él [...], que es verdad decir que el Amado vive en el amante, y el amante en el Amado”.
A Juan Ramón le fascinaba la visión holística del místico, su capacidad de ver la armonía de las partes en el todo, del todo en las partes. Cuanto más amo al Amado, más lo conozco, y cuanto más lo conozco, más lo amo. El poeta místico no se instala en el mundo de la fantasía, usa la fantasía para interpretar la realidad infinita, el Amado, con el cual vive haciendo unidad.
El sentimiento es la casa del poeta místico. “Descubre tu presencia / y máteme tu vista y hermosura”. Versos que el mismo poeta, delirante de amor, comenta: “No le puede ser al alma que ama amarga la muerte, pues en ella halla todas sus dulzuras y deleites de amor”. El romántico absoluto vive muriendo de amor, y por eso canta fuera de sí: “Gocémonos, Amado, / y vámonos a ver en tu hermosura”.
Al hombre del siglo XXI, acosado por la pandemia, le urge descubrir y cultivar con esmero su vocación mística, su vocación holística, su vocación de romántico absoluto.