Desde el año 2013 los índices democráticos han comenzado a retroceder a nivel mundial. Organizaciones como Freedom House y The Economist Intelligence Unit (EUI), se dedican a estudiar las formas de gobierno en cada país y a analizarlos según el estado de sus instituciones y el nivel de participación de sus ciudadanos, dando así una visión global de cómo va el mundo en términos de libertades civiles. El estudio de Freedom House documenta un retroceso constante a nivel mundial que lleva trece años consecutivos, y aunque el de EUI arrojó una pausa en el retroceso durante el año 2018 tiene otros datos que resultan alarmantes, como que sólo el 4,5 % de la población mundial vive en total democracia.
En el libro En defensa de la ilustración, Steven Pinker hace una defensa de los valores que en el siglo XVII abrieron la puerta para que la humanidad progresara a nivel intelectual, institucional y científico, y que permitieron de allí en adelante que el mundo alcanzara un nivel de desarrollo constante, aunque paulatino, de derechos civiles y políticos. Así la humanidad en general es hoy más próspera y tiene mayor calidad y expectativa de vida en general. Todo esto gracias a lo que en siglos pasados costó tanto lograr, la libertad de pensamiento y de ejercicio económico.
Cierto que el hecho de que la humanidad haya avanzado no quita que todavía haya enormes retos que superar. Desde el cambio climático hasta las enormes desigualdades que existen en ciertas áreas del mundo. Países en los que las mujeres no tienen igualdad de derechos, empezando por la educación y la planificación familiar o donde la prensa no es libre, donde el poder intenta controlar lo que consumen y lo que piensan sus ciudadanos. Países donde existen millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema y que se ven forzadas a migrar en el intento no solo de buscar una mejor vida, sino de sobrevivir.
La democracia, sus instituciones, pero sobre todo los valores en los que ellas se fundamentan son necesarias para alcanzar la estabilidad mundial. En el siglo XX dos ideas totalitarias enfrentadas entre sí en apariencia, pero de igual naturaleza: el nazismo y el comunismo, fueron las causantes de terribles tragedias humanas, y al final de la II Guerra, por los términos en que acabó, el totalitarismo no fue vencido sino contenido a la Unión Soviética.
El problema es que la propaganda totalitaria es igual de poderosa que sus mecanismos de terror y ha hecho un esfuerzo por convencer a los ciudadanos de hoy que la democracia es la culpable de los problemas que aún quedan por resolver. Se hace más urgente que nunca un esfuerzo por recuperar la conciencia democrática, la conciencia de una ciudadanía activa. Es necesario un proceso de educación democrática a todo nivel de la sociedad. Porque como todo en la vida, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.