Fui a desearles el año nuevo al padre Nicanor y la prima Mariengracia. Lo encontré a él, solo, sentado en la vieja mecedora de mimbre. Se balanceaba, como un péndulo de reloj que marcara el tiempo. O la eternidad.
-Felicidades, tío, para este año que empieza.
-Una vez más te repito que la felicidad, si existe, no es de futuro. Ni tampoco de pasado. La felicidad, si existe, se da siempre en un presente; más aún, es casi un simple instante. Un éxtasis místico, lo digo desde mi ladera religiosa, es lo más cercano a la felicidad, ya que es una experiencia que se vive fuera del tiempo, en un instantáneo arrancamiento del cuerpo y del espacio.
-Que igual experiencia sería un orgasmo, pienso yo, desde mi ladera humana. Pero, padre, usted por qué, al hablar...