Los intereses criminales coexisten con el Estado y la política. Se entrelazan para configurar regímenes de mutuo beneficio. Como resultado de marcos de tolerancia o transacción, lo criminal permea el poder político y el poder político aprovecha las prácticas criminales para consolidarse. Se trata de una relación simbiótica, evidente en algunos espacios locales y más tácita (o camuflada) en el orden nacional (pero igualmente incuestionable).
Sobre la base de acomodamientos, diversas expresiones del crimen organizado buscan no sólo evadir la confrontación directa con el Estado, sino que estabilizan pactos de colaboración necesarios para la defensa de sus intereses. No se trata de acuerdos formales; sin embargo, son arreglos asegurados por la brutal...