Sobre el escritorio de mi padre, en distintas responsabilidades de la administración pública, siempre estuvo un pequeño tabloide, que aún conservamos en casa, con una advertencia de sólo tres palabras: “Vamos al grano”.
Ese principio de ir a lo importante y preciso debería ser el modo natural de nuestros políticos. Ahora que tenemos el privilegio o el infortunio de escuchar y observar a los congresistas en las sesiones transmitidas por la TV, nos damos cuenta de todo el teatro, la inútil y rebuscada retórica que surge alrededor de cualquier exposición, y de cuántaredundancia se toman para llegar a lo que podría ser tres frases. En algunos momentos adquieren aires poéticos, seguramente para, a través de ese recurso literario, inducir a la aceptación...