Por David González
Universidad EAFIT
Facultad Ingeniería Matemática y Economía, 5to semestre
davidgonzalezescobar@gmail.com
Las desgarradoras imágenes de un niño llorando desconsoladamente por el asesinato de su madre lograron un fenómeno poco usual en Colombia: un sentimiento colectivo de indignación por un tema relevante, en este caso la creciente violencia y presunto asesinato sistemático de líderes sociales en algunas zonas rurales del país.
Lamentablemente las reacciones hacia el asesinato de María del Pilar Hurtado se han visto manchadas en muchos casos por cubrimientos politizados del evento, acusaciones sin evidencia y difusión de información imprecisa. Sin embargo, al margen de todo esto, hay un tema crucial para entender lo que está ocurriendo en la frontera entre Córdoba y Antioquia que no ha gozado de la atención que se merece: el narcotráfico.
El Nudo de Paramillo fue por años un punto clave para la producción de cocaína de varios frentes de las Farc. Las Farc se desmovilizaron, pero su rentable negoció no cesó de existir, por lo que ahora es disputado por el Clan del Golfo, los “Caparrapos” y grupos disidentes de las mismas Farc: todas empresas criminales cuya única motivación es enriquecerse a partir de la apropiación de este estratégico negocio.
El negocio del narcotráfico en esta región es tan rentable que genera incentivos para llegar hasta las últimas instancias para eliminar los obstáculos que se les atraviesen en su camino, incluido el asesinato selectivo de individuos para garantizar mantener el control territorial de zonas claves para su negocio ilícito.
Según un informe de Indepaz, entre 2016 y mayo de 2019 se han dado 702 asesinatos de presuntos líderes sociales, siendo los conflictos de tierras y el narcotráfico sus principales causas. Las regiones del Bajo Cauca antioqueño y el sur de Córdoba han sido de las más afectadas.
Las muchas versiones contradictorias respecto al asesinato de María del Pilar Hurtado indican que faltan muchos detalles por esclarecerse. Sin embargo, mientras los cultivos de coca sigan ahí, y más importante, mientras no haya alternativas de subsistencia reales para los campesinos que dependen de su producción, estos casos seguirán dándose en esta región del país, donde no se siente cambio alguno después de la firma de los Acuerdos de Paz.
Estos últimos llantos desconsolados los pudimos escuchar, ¿pero cuántos otros estamos dispuestos a que queden en el olvido?.
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